Hace pocos días, se ha difundido el Índice de Competitividad
Global 2014-2015 del Foro Económico Mundial, según el cual Bolivia se encuentra en el antepenúltimo lugar en
competitividad en América Latina, sólo por delante de Paraguay y Venezuela.
De acuerdo con los datos del estudio que evalúa año tras año a
144 países, Bolivia ocupa el puesto 105, muy distante de Chile, ubicado en el primer lugar en Latinoamérica, y muy
cercano de Venezuela (131), en el último peldaño de la región.
Entre los indicadores que toma en cuenta el informe, para ver
la situación de cada país, destacan tres grupos: requisitos básicos,
potenciadores de eficiencia y factores de innovación y sofisticación.

Los datos, con muy ligeras diferencias de matiz, coinciden en
lo fundamental con otros estudios similares y confirman una tendencia hacia un
continuo deterioro de las condiciones con las que nuestro país compite con otros
de la región y del mundo.
Lo que más alarma en el caso boliviano es que la tendencia se
mantiene negativa. Es decir, con cada año que pasa la distancia que nos separa
de los países más competitivos de la región se incrementa, y también se agravan
las causas a las que se atribuye esa situación. En general, Bolivia experimentó
un retroceso en sus índices de competitividad. Bajó siete puestos respecto a la
gestión 2014, año en que se ubicó en el lugar 98.
A ese resultado se llega, según los informes que comentamos,
porque factores como la inestabilidad política, el bajo acceso al
financiamiento, la corrupción, la burocracia gubernamental ineficiente y las
regulaciones laborales restrictivas, identificados como los principales
obstáculos hacia un incremento de la capacidad competitiva de la industria
nacional, no sólo que se mantienen constantes, sino que se agudizan.
En circunstancias normales, datos como los señalados tendrían
que provocar una honda preocupación. Lamentablemente eso no ocurre porque la
debilidad del sector manufacturero nacional pasa desapercibida gracias a la
enorme fortaleza del sector extractivo de materias primas, principalmente
minerales e hidrocarburos, lo que contribuye a quitar relevancia al
empobrecimiento de nuestro sector manufacturero. Sin embargo, como no se cansan
de advertir economistas desde los más diversos puntos del espectro político e
ideológico, actuar de esa manera implica un grave riesgo para el futuro, pues,
como nos enseña nuestra propia historia, no hay nada más incierto que un
bienestar basado en los recursos no renovables. Es de esperar, por eso, que
estudios como el que comentamos reciban la atención que merecen.
Según el informe del Foro Económico Mundial, que
coincide con otros similares, la industria boliviana es cada vez menos
competitiva, lo que agrava la dependencia de materias primas// Correo
del Sur.com
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