Act. 30/05/2017
A comienzos del siglo XIX, la ciudad de Chuquisaca seguía
siendo uno de los centros privilegiados después de Lima y Buenos Aires,
equidistante entre ambas capitales y vecina de uno de los mayores reservorios de
Plata que el mundo ha conocido: Potosí. Sede de la Real Audiencia de Charcas y
de la Universidad de San Francisco Xavier.
La primera tenía bajo su jurisdicción inconmensurables
territorios que se extendían desde la costa del Pacífico y comprendían gran
parte de la cuenca del río de La Plata y de Moxos, abarcando el norte argentino
y prácticamente todo el desértico chaco boreal. La Universidad, por otra parte
(fundada en 1624 por el jesuita Juan Frías de Herrán), se hizo célebre en los
dominios de la Real Audiencia de Charcas por su famosa Academia Carolina, en la
que los abogados iniciaban el ejercicio pleno del derecho y administraban las
Leyes de Indias dictadas por el soberano en la capital del Imperio español.
De ahí que no fue casual que en Chuquisaca y en los claustros
de San Francisco Xavier fermentara durante décadas (desde fines del siglo XVIII,
cuando se produjeron los levantamientos indígenas liderados por Tomás Katari,
Tupac Amaru y Julián Apaza) la idea revolucionaria de la independencia de la
corona española. El proceso fue madurando, cocinándose a fuego lento bajo el
influjo de los movimientos enciclopedistas que alborotaban y encendían pasiones
clandestinas por la libertad y la emancipación del yugo monárquico.
Una convergencia de ideólogos de los Virreinatos de Lima y del
Río de La Plata se produjo en Chuquisaca y llevó adelante el proceso
revolucionario que culminaría el jueves 25 de mayo de 1809 a las seis de la
tarde. Para entonces, la Universidad era un hervidero de noticias, rumores y
especulaciones sobre la situación de la gran Metrópoli que un año antes, el 2 de
mayo de 1808, se había rebelado en las calles contra la invasión de José
Bonaparte, impuesto por su hermano, el emperador Napoleón Bonaparte, iniciando
la guerra de la independencia de Francia. Francisco Goya y Lucientes ha dejado
plasmado ese día de furia en su alucinante cuadro: “Los fusilamientos del 2 de
mayo”.
La
intelectualidad universitaria, auténtica élite de la ciudad y del Alto Perú,
estaba buscando una oportunidad, una coartada para lanzar lo que después se
convertiría legítimamente en el primer grito libertario.
Los historiadores que han buceado los remotos antecedentes de
la gesta independentista sacan de la baza muchas otras explicaciones,
motivaciones, cuándo no justificaciones para la ruptura que cambió el destino de
un continente y de un reino en decadencia: la difusión subrepticia de las
doctrinas liberales de fines del s. XVIII, el decurso de las invasiones
napoleónicas que derivaron en la abdicación de Carlos IV, la creación de la
Junta de Sevilla, el hastío de más de dos siglos de colonialismo y centralismo
de la corona que pesaba como un dogal sobre los criollos e indígenas. También
influyeron, desde luego, las piadosas críticas de religiosos (como Fray
Bartolomé de las Casas), que habían plantado junto a los conquistadores la fe en
Cristo, sobre el régimen de servidumbre que padecían los americanos y el
despotismo que emanaba de sus actuaciones, dirigidas casi exclusivamente a
engrosar las arcas de la corona.
No estaban lejanas, asimismo, en la conciencia de los súbditos,
las gloriosas epopeyas escritas en la Revolución Francesa y en la Independencia
de los Estados Unidos de Norte América. De la primera, el ideario de libertad,
igualdad y fraternidad, sonaba como música en los espíritus libertarios que
convertían aquellas gestas en modelos a seguir para acabar de una vez y para
siempre con el dominio español.
Tal fue el fermento, el verdadero caldo de cultivo del
levantamiento del 25 de mayo de 1809. Sus efectos iniciales, constreñidos en
principio a la sublevada Chuquisaca y a sus oidores, pronto se dejarían sentir,
como efecto dominó en otras ciudades del Virreinato, y, por supuesto, de la
inconmensurable Audiencia de Charcas.
Razones de índole económica vinculadas al comercio entre las
colonias y la Península se entremezclan en toda esta vorágine que precedió a esa
improbable tarde de otoño en la que la pasividad de la ciudad y de sus gentes de
rancio abolengo cedió la iniciativa a la euforia popular, desencadenada por un
arresto ordenado por el presidente de la Audiencia, don Ramón García de León y
Pizarro. El monopolio en el intercambio de mercancías entre España y las
colonias desalentaba la expansión y venta de los productos, mayormente
minerales, con los que alimentaba América a la economía del Imperio. La
producción de minerales, basada en un sistema de esclavitud de los indígenas,
enriqueció a la corona, pero, del mismo modo, convirtió a Inglaterra en la
primera potencia industrial y a su armada en la más temida.
VIDEO: Revolución de Chuquisaca, 25 de mayo de 1809
La incierta situación de la Metrópoli, signada por la creación de la llamada Junta de Sevilla por José Bonaparte, dio lugar a lo que Gabriel René Moreno (Santa Cruz 1802-1866) calificó como silogismo altoperuano. El razonamiento parte del hecho de que ante la ausencia del rey —depuesto por Bonaparte— la Junta de Castilla dejaba en manos de los americanos la posibilidad de elegir su futuro, en tanto y cuanto las colonias eran literalmente propiedad sucesoria del monarca. La tesis fue asimilada en otras latitudes del Virreinato y avivó, en Buenos Aires como en Charcas, la idea de la emancipación. Las condiciones estaban dadas.
La argumentación de los “doctores de Charcas”, contenida en el
acta del Claustro de la Universidad de San Francisco Xavier y cuya autoría
correspondería, por propia confesión, a Jaime Zudáñez (en respuesta a los
papeles recibidos de José Manuel de Goyeneche y de la Infanta Carlota Joaquina),
sostiene: “El pacto de los pueblos americanos es exclusivamente personal con el
Monarca y no a sus reinos metropolitanos. Si el legítimo Rey ha abdicado, aquel
pacto ha dejado de existir y, por tanto, el intruso (José Bonaparte) no merece
obediencia; sus autoridades deben cesar en sus funciones, y las provincias deben
proveer su gobierno”.
La crisis del imperio español, desgastado por permanentes
guerras contra los ingleses, debilitó profundamente la tuición que ejercía (casi
a control remoto) desde Madrid sobre los vastos territorios conquistados. El
mundo estaba cambiando: la revolución industrial en Inglaterra y la resignación
de la península a favor de Napoleón, tras la abdicación de Carlos IV y de su
hijo Fernando VII, crearon un panorama de confusión en las colonias. España
estaba, en aquellos inciertos y claudicantes años, más ocupada en restablecer el
orden monárquico arrebatado por los franceses, que en atender y entender los
inequívocos síntomas de rebeldía en América, expresados en los levantamientos
indígenas, sofocados cruelmente en Chayanta, el Cuzco y La Paz por Tomás Katari,
Tupac Amaru y Tupac Katari en 1780 y 1781.
LOS PROTAGONISTAS CENTRALES
Tupac Katari, un hombre con indómito
carácter
A los 30 años, Julián Apaza, Tupac Katari, era un hombre
curtido por una vida de vicisitudes. Vivió en circunstancias difíciles: las de
un pobre comunario asentado en un ayllu rural del altiplano. Una presumible
poliomielitis lo había dejado con las piernas retorcidas. Esta aparente
debilidad no le impedía desarrollar una energía sólo comparable con su indómito
carácter. Desde joven se sentía, y así lo demostraba, autosuficiente. Conoció de
cerca el trabajo laborioso y esclavizante de las minas y, por supuesto, el poder
económico que conllevaba la industria minera colonial.
Trashumante en actividades comerciales, recorrió palmo a palmo
las provincias del altiplano. Tompson añade que “estaba acostumbrado a tratos
bruscos con los otros indios, cholos y mestizos que llevaban sus caravanas de
llamas o recuas de mulas por las mismas rutas, y a través de sus encuentros
escuchó historias acerca de los lugares más distantes del reino”. En sus viajes
conoció sobre la vida de la gente que residía en el altiplano y en los valles
interandinos. Adquirió con el tiempo y sus relaciones comerciales un amplio
conocimiento de los modos de dominación colonial cotidianos y sutiles, así como
de los sufrimientos comunes de los indios, sus miedos y resentimientos, y su
aspiración a liberarse del pesado yugo.
Jaime Zudáñez, el principal exportador
Puede afirmarse que la detención de Jaime Zudáñez fue la chispa
de la chispa. Es decir: convocó a la insurrección y ésta al proceso emancipador.
El protagonista más destacado nació en La Plata en 1772 y falleció en Montevideo
en 1832. Su perfil es la del revolucionario, legislador y magistrado. Se le
atribuye a Zudáñez la redacción del llamado “Catecismo Político Cristiano”, un
panfleto que señala el rumbo de la emancipación chilena.
José
Bernardo, Monteagudo Cáceres
Uno de los “doctores” de Charcas. Salido de la Universidad de
San Francisco Xavier de la Facultad de Leyes. Recibió el título de abogado en
1808. Dicen que Monteagudo era un criollo español al que se lo conocía por el
apodo de “El Mulato”. Su radicalismo lo alejó a la retaguardia del movimiento
primigenio.
Mamuel Zudáñez de La Torre
Otro de los ilustres charquinos que, junto a su hermano Jaime,
estuvo en la línea de fuego en el movimiento emancipador, destacándose antes en
la publicación de pasquines con ideas libertarias. Miembro activo de las
llamadas juntas clandestinas y también uno de los principales opositores al
“carlotismo” que se endilgaba a Goyoneche. Fue protagonista del levantamiento
del 25 de mayo de 1809. Murió en la cárcel.
José Joaquín de Lemoine
Nació en La Plata en 1776 y murió en la misma ciudad en 1856.
Tuvo un papel destacado en la revolución del 25 de mayo. Su actuación le
ocasionó el destierro a Puno durante la presidencia del Gral. Nieto. Un espíritu
inquieto como él, se unió a los ejércitos argentinos y combatió en las batallas
de Tucumán, Salta, Sipe Sipe y la guerrilla de Güemes. Retornó a la nueva
república.
Mariano Michel Mercado
Fue uno de los emisarios del levantamiento del 25 de mayo de
1809. La Audiencia gobernadora lo envió primero a Cochabamba y luego a La Paz,
donde llegó el 11 de julio para informar sobre los antecedentes y el carácter de
los hechos acaecidos en Chuquisaca. El diccionario histórico de Barnadas
sostiene que, así como por investigaciones, se valora el rol que jugó Mariano
Mercado.
Fernando VII
Puede afirmarse que bajo su reinado España perdió la mayor
parte de sus colonias en América, a partir de 1824. En realidad, no fueron
tiempos fáciles los que le tocó a este rey: la invasión napoléonica que desató
la Guerra de la Independencia de España, los levantamientos libertarios de
América, la restauración de la monarquía absolutista, la cesión de La Florida a
los EEUU.
José Manuel Goyeneche
Este militar nacido en Arequipa se hizo famoso porque fue
portador de las pretensiones de la Infanta Carlota para detentar el control de
las colonias. La Junta de Sevilla lo envió a América para que informe sobre la
situación de las autoridades del Virreinato del Río de La Plata. Cuando llegó a
La Plata, la Audiencia, la Universidad de San Francisco Xavier y el Cabildo
rechazaron las intenciones de la princesa Carlota Joaquina. Goyoneche reprimió a
los insurgentes y combatió sin tregua.
Teresa Bustos Lemoine
A semejanza de Juana Azurduy (que combatió junto a su esposo
durante la Guerra de la Independencia), Teresa Bustos es una de las mujeres de
la revolución del 25 de mayo y una de las adherentes más entusiastas a la causa
junto a José Joaquín de Lemoine. En la jornada del levantamiento estuvo entre
las personas que tocó a rebato las campanas en el templo de San Francisco.
Francisco Ríos (El Quitacapas)
El Quitacapas fue uno de los cabecillas del levantamiento.
Liberó a los presos y recibió 4.000 pesos del arzobispo Moxó para repartirlos
entre los sublevados. Su huella se pierde después de actuaciones pasajeras en
varias movilizaciones surgidas desde el 25 de mayo. Se subió al carro de la
insurrección, su arrojo no tuvo límites.
Juan Antonio Álvarez de Arenales
Fue el héroe militar del levantamiento del 25 de mayo de 1809.
Forjador de la independencia de Charcas con el II Ejército Argentino y la guerra
de las republiquetas. Brigadier Gral. del Ejército Argentino, Mariscal de los
Ejércitos de Chile y Perú por su gloriosa participación en Ejército de los Andes
y en el Ejército Unido”. Su acción más relevante fue la proclamar el derecho del
Alto Perú a “decidir libremente su destino”.
Los aborígenes, unas veces aliándose con los criollos para
hostigar a los colonizadores y otras tomando partido en las guerras intestinas
de españoles, sacudieron a los atormentados territorios del Nuevo Mundo.
* “El grito que cambió la historia. El ABC del 25 de mayo de
1809”, Biblioteca del Bicentenario. Primer grito Libertario. CAF
www.bolivia.org.bo Carlos Mesa, “Historia de Bolivia”, textos
elaborados por encargo del Instituto Nacional de Estadística.
1997. Mesa, Carlos. “Historia de Bolivia”, Ed. Gisbert.
1996. Baptista Gumucio, Mariano. “Historia contemporánea de
Bolivia”, Ed. Fondo de Cultura Económica, México.
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1 Comentarios
Soy boliviano y estoy orgulloso de nuestra historia gracias bolivia
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