Chijchipa: Las jóvenes superan la tradición afroboliviana con estudios

Masaco de yuca con un filete de carne asada es la comida que ha preparado un grupo de mujeres de Chijchipa, una de las aproximadamente 40 comunidades afrobolivianas de los Yungas  en el departamento de La Paz. Alrededor de los gigantescos calderos, instalados provisionalmente en uno de los centros sociales, se reúnen las comunarias para realizar esta tarea.

Algunas se sientan para servir en bandejas individuales las raciones de comida recién hecha. Mientras el resto se mantiene alerta para que a nadie le falte su plato. Ellas son las últimas en servirse. Y si lo hacen, no dejan de trabajar, bandeja en mano, en las funciones que asumen en el  improvisado comedor.

La comunidad festejó así recientemente la aprobación de un nuevo currículum regionalizado para incorporar materias sobre la historia, costumbres y tradiciones afrobolivianas dentro de los contenidos de sus escuelas. Se trata de un logro de gran importancia para los comunarios, ya que por primera vez una resolución  del Ministerio de Educación garantiza el estudio de su pasado y procedencia.

Para recibir la que consideran una de las mejores noticias de los últimos tiempos se visten con las mejores prendas y muestran lo mejor de su música y gastronomía. Les visita para realizar la entrega de la resolución el ministro de Educación, Roberto Aguilar, a quien nada más llegar a Chijchipa le obsequian  un collar de flores y frutas.

Mujeres en BoliviaLas mujeres afrobolivianas lucen polleras y blusas de colores vivos, que acompañan  con el característico sombrero de cholita sobre su pelo trenzado. Las culturas indígena y afrodescendiente se fusionan en esta región desde el siglo XIX, cuando las personas de origen africano, inicialmente llevadas por los conquistadores españoles como mano de obra a las minas de Potosí , se trasladan a las zonas cálidas de los Yungas.

Desde la conformación de las primeras comunidades, las mujeres adquieren un papel sustentador de la economía y la familia. Aunque ni siquiera actualmente se les reconoce socialmente esta función vital.  

Florencia Torres  recalca que "como de costumbre, las mujeres somos muy trabajadoras”. Lleva toda su vida, 57 años, en la comunidad de  Chijchipa.

  La agricultura es su actividad principal, que comparte con el resto de mujeres: "Cultivamos coca, plátano y yuca, entre otros”.  Además se encargan del trabajo en relación a los cuidados  y alimentación de sus familias.

Torres perdió recientemente a su padre y, unos meses después, a su madre. "Estábamos  muy unidos y me está costando mucho superar las pérdidas”, confiesa con un hilo de voz.

  Tiene siete hermanos y afirma que  de ellos los más pequeños pudieron estudiar durante más tiempo y eso les permitió   trasladarse a vivir a  Santa Cruz y Cochabamba. "A los hermanos mayores nos tocó  dedicarnos  a la agricultura, sin posibilidades de salir  de la comunidad”, cuenta.  

Los escasos recursos económicos de la familia de Torres determinaron así las circunstancias. Sin embargo, en las nuevas generaciones de varias familias de Chijchipa, muchas mujeres han logrado cambiar el campo por la ciudad. El motor de este cambio consiste en la posibilidad de estudiar  fuera de la comunidad.

Justina Iriondo se muestra orgullosa: "Mis dos hijos han podido acceder a la universidad y  ya son profesionales”. Así "se han librado seguir mis  pasos en la agricultura”. Ella dice estar acostumbrada y sentirse feliz pero también agradece los cambios: ya no hay discriminación y  todos podemos estudiar”.

"No tengo mucho interés en ir a África, aquí estoy feliz. Desde la Reforma Agraria la gente se ha ido despertando cada vez más. Creo que ahora no hay tanta  discriminación”. Frase de Justina Iriondo

  "Trabajo en la agricultura desde las ocho  de la mañana, llueva o haga calor. Se descansa una hora  porque la finalidad es avanzar. Últimamente lo peor son las plagas”. Frase de Florencia Torres// Página Siete (BO)

_

Publicar un comentario

0 Comentarios