Actualizado 24/10/2015
La magia de la ciudad de Cochabamba se expresa también en las costumbres y en
el estilo de vida de nuestro pueblo, las diferentes y peculiares maneras de
practicar el comercio forman parte del carácter y la personalidad de los
ciudadanos, de esa manera, nuestras encantadoras cholitas, son las que conservan
en el tiempo los rasgos típicos de nuestra producción regional que se expresan
en el modo particular de elaborar tejidos y artesanías.
ARTESANÍA
Existe una riqueza extraordinaria en lo que son trabajos
artesanales y la manufactura en Cochabamba.
Por una parte contamos con la artesanía proveniente de las
áreas rurales que, básicamente, consiste en tejidos elaborados por manos
campesinas y la alfarería (cántaros, platos y otros) que podemos encontrar en la
feria de "La Cancha" y en ferias campesinas de las provincias del
departamento.
Por otro lado, tenemos la artesanía urbana con una marcada
influencia de las "Alasitas" del área Andina del país que, por las migraciones
de sus pobladores, ha influenciado vivamente en la fabricación de objetos en
miniatura que, si bien pueden encontrarse todo el año tienen su máxima expresión
en el mes de octubre en la feria del mismo nombre.
Sería injusto obviar a quienes le dan colorido a una de las
manifestaciones populares que ha cobrado fuerza inusitada en las últimas
décadas: la danza folklórica. Los artesanos bordadores son los "magos" que les
otorgan a los trajes de los bailarines una vistosidad particular y significativa
que puede observarse en fiestas y festividades de la región.
GASTRONOMÍA
El Departamento de Cochabamba es el lugar ideal para saborear
distintos tipos de comida que pueden servirse en diferentes épocas del año, de
acuerdo a la temporada y en fiestas como la Navidad, Corpus Christi, Carnaval,
Urkupiña, todos Santos y otras. Algunos de los platos que pueden saborearse en
la región son: Chicharrón With’u, Silpancho, Charque, Pique Macho, Ch’anga de
Pollo o Conejo, Picante de lengua o Mixto, P’ampaku, Lagua de Choclo,Ají de
Papaliza y miles de otras exquisitas variedades.
EL MATAMBRE, UN MANJAR QUE SE DISFRUTA CON LOS
DEDOS
Una explosión de sabores conviven en este crocante plato típico
de Cochabamba. La chicha punateña y la cueca son su aderezo ideal.
Pedir cubiertos a los meseros de este restaurante puede llegar
a ser una ofensa imperdonable. En especial si se acaba de ordenar la
especialidad de este local cochabambino: el matambre. Considerado como una de
las tradiciones culinarias del departamento, el suculento plato debe atacarse
con los dedos. “Ése, junto a la sullk\'u llajua y la chichita punateña son los
secretos de su disfrute”, dispara Freddy Melendres Pontejo. Armado de una jarra
de chicha y una intimidatoria tutuma, el dueño del centro culinario acomoda sus
68 años en la mesa.
Las añejas cuecas de Max Torrico y de Los Brillantes se adueñan
del mediodía en el patio del local ubicado en la calle Manuel Ferrufino (zona
Sur). En la cocina, entretanto, las manos de Claudia Melendres dan vida a la
receta que atesora su familia hace décadas.
En 1968, las puertas de su primer restaurante, El Conquistador,
se abrieron en la localidad de Punata. Entonces Delia, la hermana de Freddy
Melendres, cual alquimista de alimentos, logró poner su sello propio al plato
del matambre, que es como se denomina a la carne que recubre el lomo de la vaca.
El resultado de ese trabajo se resume en un proceso largo y
dominado por el uso de aderezos naturales. “Aquí no usamos macanas químicas; ni
en aceites, ni en condimentos”, asegura Melendres.
El delicado proceso
La aventura culinaria se inicia con el secado al sol de la
carne cruda. Condimentada con canela, limón y sal, permanece al sol por unos
tres a cuatro días, imitando el proceso para obtener el charke.
Después de trozar la carne, las piezas secas se fríen, a unos
70 grados centígrados, en una manteca recuperada de la elaboración del
chicharrón de cerdo, para luego culminar su cocción en otro recipiente que sólo
contiene chicha.
¡Plaf, plaf! Las palmas de Freddy Melendres se baten sobre su
cabeza. El mesero no necesita mayores explicaciones: otra jarra de chicha se
adueña de la mesa y de la charla.
“¿Sabe?, ésta no es pues \'cualquiera\' chicha... es punateña,
la mejor”, suelta mientras el aroma de la carne cocida se escapa desde la
cocina. “Mi familia la produce en Punata. Antes la exportábamos a Chile y
Argentina. Ahora proyectamos venderla en España... No ve que provincia cochala
ya parece”. Las carcajadas terminan con la llegada de dos impotentes platos de
matambre. Los crocantes trozos de carne están acompañados de papa huayk’o, queso
criollo, huevo y mote cocidos. Un sinnúmero de sabores se entremezclan de golpe
en el paladar del sibarita que acomete una pieza de carne.
Claro, el bocado no puede estar completo si no está presente
una pizca de sullk\'u. Este picante de color verdoso contiene locoto verde,
quirquiña, cebolla blanca, ajo, molle, pimienta dulce... “¡Esto es llajua,
pues!”, exclama Melendres, y sus palabras hallan eco unánime en los comensales
que la prueban.
¿Cuánto cuesta el plato de matambre? “Para extranjeros y
paceños, 45. Para cochalas, sólo 35 bolivianitos”, bromea el dueño.
Además de ser el alma de El Conquistador II, Melendres ha
llevado su amor por la comida criolla —“como buen cochabambino”— a un nuevo
nivel al inventar uno de los platos del menú, el tricante.
Compuesto de lengua, colita asada y pollo, acompañados de
chuño, tunta, huevo y arroz; el tricante es una de las comidas más requeridas
los fines de semana.
Cae la tarde en el valle y una nueva ola de clientes se adueña
del restaurant. Las teclas del piano sueltan k’aluyos y huayños junto a un saxo
y una percusión.
De los dos platos de matambre que habitaban la mesa tan sólo
quedan las cáscaras de huevo. “Pucha, ya hace hambrecita, ¿no?”, suelta
Melendres. ¡Plaf, plaf! El mesero se hunde en la cocina. Minutos después llegará
con dos picantes de patitas y una jarra de chicha punateña de exportación.
EL
TIEMPO ENTIERRA BELLAS TRADICIONES DE LA LLAJTA
De la vida, costumbres y tradiciones que formaron parte de la
personalidad de nuestro departamento, hoy queda muy poco. Un recorrido por el
valle alto e incluso por los mercados de la ciudad confirma el hecho de que
algunas estampas como la elegancia de los trajes de chola, su bellísimo tarro
(sombrero de yeso) y sus pretenciosas mantas que jugueteaban al viento con
donare, quedarán con el tiempo enterradas en el olvido.
¿El motivo? La actual mujer de pollera, debido a la emigración
del campo hacia las ciudades y por un sentimiento de “autosuperación”, prefiere
eliminar del ropero de sus hijos el tradicional ropaje que caracterizó a la
Llajta.
“Nuestras mismas hijas prefieren estar de ‘chotitas’ en vez que
de cholitas…dicen que les queda mejor el vestido o el pantalón que la pollera”,
sostiene Domitila Choque, una vendedora cochabambina de la Cancha, de 58 años,
que tiene cuatro hijas mujeres y un varón; ninguna de ellas utiliza pollera,
aunque mantienen su cabellera larga amarrada en una sola trenza o moño, y
todavía cargan sus productos y wawas en aguayos.
La desaparición ya sucedió con la magia del sombrero blanco,
actualmente queda menos de una docena de fábricas que aún guardan celosas los
secretos del ganchillo, las dimensiones y porciones de la hechura con yeso de
los imponentes tarros, que en vez de pelear por su subsistencia se han sumido en
el conformismo de verse vencidos por la competencia de los sombreros plásticos o
de paja importados de China y Panamá a costos obviamente menores.
Una contribución que aceleró la desaparición del sombrero de
chola -décadas atrás-, según comentó Mario Leyes Méndez, fue la emisión de una
resolución municipal que prohibía a las mujeres de pollera subir a los
“colectivos” (micros) con sus tarros. “Debían sacárselos y entre las wawas,
carga y sombrero, la extinción sucedió paulatinamente”, explicó el destacado
coreógrafo e investigador aficionado y especializado en danzas y trajes típicos
del país.
Hoy el atuendo de la valluna solo se aprecia en fotografías y
en algunas casetas que lo conservan para alquilarlo a horas cívicas o ballets
folklóricos, y es indicio de que en un par de generaciones la coqueta pollerita
y su matiné (blusa) desaparecerán como lo hizo el tarro.
Lo mismo sucede con los famosos carritos de mano que solían
estirar los cargadores para colaborar a las k’ateras (vendedoras) con sus
mercancías de papa, cebollas, ocas y otras verduras. Actualmente quedan unos
cuantos en la zona sur que de a poco son desplazados por las carretillas: de
menor tamaño, más prácticas y que se deslizan por cualquier pasillo.
Algo similar ocurre con los soldadores de fierro enlozado que
hasta hace poco ofrecían parchar huecos de las ollas y tazones a cambio de unas
cuantas monedas.
EL DEPARTAMENTO ALBERGA VARIAS EMPRESAS QUE CON EL PASO
DE LOS AÑOS SE HAN CONVERTIDO EN SÍMBOLOS POR SU ANTIGÜEDAD Y
REPRESENTATIVIDAD
EMPRESAS QUE CUENTAN LA HISTORIA DE COCHABAMBA
No sólo son las empresas más antiguas de Cochabamba, también
las que por su trayectoria ya forman parte de la herencia del departamento.
Una
de ellas, tal vez la más simbólica por ser la más antigua, es la Cervecería
Taquiña que fue fundada el 13 de enero de 1893 al pie de la cordillera del
Tunari, donde dos años antes se encontraba la disuelta “M. Hunner y Cia.”, de
los comerciantes alemanes Miguel Hunner, Rodolfo Kruger y Luis Bessand. Con su
fundación, la Taquiña logró desplazar del mercado a las cervezas importadas,
convirtiéndose en la preferida de los cochabambinos, hasta la actualidad.
La compañía fue vendida en 1996 a la transnacional argentina
Quilmes que prácticamente absorbió toda la industria nacional cervecera.
A principios del siglo XX, aunque pocas, ya había industrias
asentadas en el valle cochabambino.
En 1908, se realizaron los preparativos para organizar una
empresa de envergadura, que se encargaría de implantar y explotar el alumbrado
eléctrico en la ciudad de Cochabamba, instalar una red de tranvías, una serie de
molinos de maíz y trigo, “movidos por la misma fuerza” y una fábrica de
ladrillos y tejas.
En efecto, mediante escritura del 18 de marzo de 1908, se
constituyó la Sociedad Anónima “Compañía de Luz y Fuerza Eléctrica Cochabamba”
Elfec, y el 6 de julio del mismo año, el Ministerio de Hacienda e Industria
emitió una Resolución Ministerial reconociendo la personería jurídica de la
mueva empresa. Desde entonces, Elfec es protagonista del desarrollo.
ESTIRPE
Compañías símbolos
El departamento se caracteriza por contar con empresas que
además de haber sido fundadas hace muchos años, incluso hace más de un siglo, se
mantienen y aún son consideradas como importantes en el imaginario .
ALAS Y PERIODISMO
A la cerveza y energía, le sigue la aeronáutica y el periodismo
con sus grandes representantes: el Lloyd Aéreo Boliviano (LAB) y el diario Los
Tiempos.
El LAB, ya desaparecida, es una empresa que representa no
sólo a Cochabamba, sino a Bolivia; la línea bandera nació con la misión de ser
las alas del país. Su nacimiento se remonta a 1925, año del centenario de la
independencia de Bolivia, cuando se buscaba el despegue analizando el papel de
la aeronavegación y la comunicación. Los trabajadores de la compañía persisten
hoy en su intento por salvarla.
Un emblema que va más allá de lo empresarial, para ser un
símbolo cochabambino y nacional del periodismo es el periódico Los Tiempos. El
nacimiento de este matutino fue el 16 de septiembre de 1943 gracias a un hombre
emprendedor y visionario, Demetrio Canelas.
El diario emerge en un contexto difícil de la vida política de
Bolivia,
justo cuando sucedía un hecho trágico: la masacre de Catavi.
COMER Y DIVERTIRSE EN COCHABAMBA.
La ciudad de Cochabamba ofrece un abanico de actividades
diurnas y nocturnas. El visitante y el habitante pueden divertirse en cines,
pubs y teatros. Las discotecas de moda ofrecen espacios sofisticados en
servicios. Diversas wiskerías (bar Duke's del Hotel Diplomat) ofertan licores de
todo el mundo y satisfacen paladares extremadamente exigentes.
Reír, los fines de semana, tiene un lugar de privilegio: el
Champagne Show. Las heladerías, los restaurantes (como "La Cascada") brindan
todo tipo de manjares, tanto regionales como internacionales. Si se desea cantar
no profesionalmente, existen muchos karaokes donde usted puede elegir las pistas
musicales de su preferencia. O escuchar música en vivo (jazz, blues...) en
centros nocturnos que abren sus puertas a clientela exclusiva.
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