Dinamarca: Odense, el universo del escritor Hans Christian Andersen

Odense

A poco menos de 150 kilómetros de la capital danesa, Copenhague, en la isla Fionia, Odense se presenta al visitante como una oportunidad para que los mayores echen la vista atrás y para que los más pequeños rememoren algunos de sus cuentos infantiles favoritos, de la mano del creador de historias como “La Sirenita”, “El Patio Feo”, “Pulgarcita” y “El soldadito de Plomo”, Hans Christian Andersen. 

La ciudad gira en torno a este escritor nacido en 1805. Sus estrechas calles adoquinadas, sus cafeterías y restaurantes, invitan a descubrir cada uno de los rincones de la que está considerada tercera ciudad más grande de Dinamarca tras su capital y Aarhus. Moldeada por el río que la recorre y el fiordo que la rodea, es fácilmente manejable y está repleta de espacios verdes, museos, teatros, comercios…

Dando los primeros pasos

A lo largo y ancho de Odense, uno encuentra exposiciones sobre la vida y obra de este autor, que junto con el compositor Carl Nielsen, nacido en la cercana localidad de Sortelung, colocaron a esta población en el panorama mundial.

La casa natal de H.C. Andersen, que abrió sus puertas en 1908, es uno de los museos más antiguos dedicados al poeta y escritor. En su afán por acercar al visitante su figura, organiza, desde el 26 de junio al 8 de agosto, un desfile que dura aproximadamente veinte minutos en los jardines que hay enfrente, en el Lotze’s Have. Bajo el título “20 Cuentos en 20 Minutos” se recuperan algunos de los más entrañables protagonistas de estas historias de fantasía. Las actuaciones tendrán lugar de lunes a sábado, a las once de la mañana, a la una de la tarde y a las tres.

También se puede visitar la casa donde creció y vivió entre los dos y los catorce años. Abierta como museo en 1930, sus modestas habitaciones permiten conocer cómo era el día a día de la familia.

Los parques y jardines son una constante en esta ciudad, donde no podía faltar uno dedicado a H.C. Andersen. Situado entre el centro de Odense y Sankt Knudsgade, fue creado en 1876 por un club de lectura, lo que hizo que durante sus primeros años estuviera cerrado al público. Sólo los más pudientes podían tener acceso. 

A unos kilómetros del centro, se encuentra el museo fionés al aire libre, donde se recrea cómo era la vida rural en la Dinamarca de los siglos XVIII y XIX. Casas, vallas, animales, una laguna e, incluso, calles y cultivos, permiten mantener viva en la memoria esta parte de la historia.

Dos puntos más harán las delicias de los más pequeños. En el Yesquero o  Casa de la Cultura, los cuentos cobran vida. A través de los cuentacuentos, los niños son guiados a un mundo de fantasía, donde pueden crear sus propias historias, disfrazarse y maquillarse. Por otro lado, en el Museo del Ferrocarril, tecnología, descubrimientos, experiencias, juegos y nostalgia se dan la mano para guiarles en un recorrido por más de 150 años de historia.

Descubriendo otros lugares

Al margen de ese universo pensado para los niños, Odense se llena de opciones diferentes. Aquí se encuentra la que está considerada por muchos la mejor muestra del gótico en Dinamarca, la catedral de San Canuto. Construida en torno al año 1300, debe su nombre al que fuera rey del país y que murió asesinado en el lugar en el año 1086. Sus huesos se conservan hoy en la cripta.

Entre los museos que merecen la pena, el Kunsthallen Brandts (Brandts Klædefabrik), un museo de arte contemporáneo principalmente.

No hay que perderse el mercado que se sitúa en torno a la Sala de Conciertos los miércoles y sábados, ni el mercado Rosenbæk Gårdmarked, los viernes y sábados. También hay que explorar el Bazar Fyn, donde comprar se convierte en un viaje alrededor del mundo gracias a los más de 65 establecimientos que ofrecen olores y sabores procedentes de todos los rincones del planeta.

Uno de los grandes placeres de Odense, además de disfrutar de un espectáculo al aire libre, de música en vivo al caer la noche o de dejarse tentar por sus sabores en cafés y restaurantes, es montar en bicicleta. Llama la atención cómo es posible recorrer kilómetros y kilómetros sin apenas ver un coche. Sus más de 360 kilómetros de caminos siguiendo el curso del río y antiguas vías de tren lo hacen realidad.

20minutos.es

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