Formas imposibles, laberintos, pasadizos, ciudades subterráneas, rocas esculpidas por la acción del viento y el agua, la zona de Capadocia, en la parte central de Turquía se presenta ante le vista como una verdadera obra de arte de la naturaleza. No sólo merece la pena disfrutar al aire libre, sino también adentrarse bajo tierra para ir descubriendo y desgranando los secretos ocultos.
Gracias a su situación estratégica se convirtió en punto de unión de filosofías y religiones, de historias y culturas. Además, favoreció la expansión del comercio (por ejemplo, a través de la ruta de la seda) y la introducción de la escritura en la península de Anatolia.
En ella han dejado huella todos sus pobladores, hititas, frigios, persas, romanos, bizantinos, selyúcidas y otomanos.
La región, que aparece nombrada en la Biblia, fue lugar elegido por monjes y ermitaños, en su búsqueda del lugar perfecto donde meditar, y por eruditos musulmanes. Uno de los grandes personajes de la zona fue el filósofo Haci Bektas-i Veli, que vivió en Hacibektas (Nevsehir). Cada año, en la zona se celebra entre el 16 y 18 de agosto una fiesta en su conmemoración.
Sobre la tierra… y bajo ella
Sorprende a primera vista la singular estética que domina este enclave turco, un conjunto rocoso de origen volcánico, cuya fisionomía es el resultado de la erosión producida durante milenios por el agua y el viento. Se trata de estructuras características de esta parte del país, cónicas, puntiagudas, conocidas como “chimeneas de las hadas”. Algunas de las más impresionantes están entre el río Kizilirmak y el Damsa, Nevsehir y las montañas de Orlu y Kerlim.
Junto a ellas, casas excavadas en roca, soberbias iglesias rupestres, ciudades subterráneas y restos de pueblos prehistóricos componen la enorme riqueza natural, cultural y artística de la región de Capadocia.
Hace dos millones de años tres volcanes estaban activos en la zona (Erciyes, Hasandag y Güllüdag). La lava que escupieron y las cenizas se solidificaron, siendo erosionadas posteriormente. Así, surgieron valles y mesetas, desfiladeros y cuevas, pináculos… que configuran la Capadocia actual.
Los habitantes se protegían en las cuevas de invasiones, incursiones y actos de pillaje. Los cristianos llegaban a este conglomerado de pasadizos huyendo de las persecuciones romanas. Aquí crearon auténticas ciudades subterráneas, donde había almacenes de provisiones, fuentes de agua, lugares para producir vino y templos (se cree que hay más de un millar de iglesias y capillas en Capadocia). Con grandes rocas era posible bloquear los túneles de entrada.
El Parque Nacional de Göreme, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, es uno de estos milagros de la naturaleza. Alberga docenas de iglesias en cuevas decoradas con frescos, testimonios del arte bizantino. Entre ellas, la Iglesia Oscura, donde los frescos se mantienen prácticamente intactos gracias a la falta de luz, y la de la Hebilla, una de las más complejas.
No muy lejos de aquí, tres valles escarpados configuran el museo al aire libre de Zelve, que alberga uno de los mejores ejemplos de ciudades trogloditas y donde las antiguas cuevas conviven con viviendas que estuvieron habitadas hasta los años 50, cuando el riesgo de derrumbamiento obligó a desalojarlas.
Imponente resulta también la gran fortaleza troglodita de Uçhisar, que llega alcanzar los sesenta metros de alto.
Al oeste de Capadocia destaca Konia, con sus características fortalezas levantadas gracias a la financiación de los comerciantes de la seda. Aquí vivió el místico Mevlana Celaleddin Rumi y se fundó la orden sufí conocida como los Derviches Danzantes.
De compras
Mercadillos y pequeñas tiendas son los lugares ideales para conocer de primera mano la artesanía, la alfarería, la porcelana, los vinos y los productos locales, repletos de colorido. La piedra semi-preciosa ónix está disponible en diferentes formas y tamaños. Otro de los recuerdos propios de la zona son las muñecas de tela, vestidas con ropas de múltiples colores, reflejan la alegría y simpatía de la región.
La ciudad de Avanos, a orillas del río Kizilirmak, es uno de esos lugares en los que el visitante curioso disfrutará con la cerámica de arcilla roja y las alfombras en vivas tonalidades. A los más atrevidos, los artesanos les darán la oportunidad de probar suerte con el barro y el pedal.
Uno no puede dejar Capadocia sin adentrarse en las casas de vino de Ürgüp, para probar alguno de sus caldos, ya sea tinto o blanco, elaborados utilizando tanto técnicas ancestrales como las más modernas.
20minutos.es
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