Pasaron 20 años, y aún el ingeniero químico boliviano Marco
Antonio Arellano, quien reside en Santa Cruz, no tiene la satisfacción de que su invento tenga
uso industrial. “Ninguna institución se anima a invertir”, dice. Fue en 1995
cuando estudiaba becado en Rusia que descubrió la facilidad de obtener en un
solo paso el ácido etílico a partir del compuesto orgánico del etanol, cuando
las empresas realizan ocho pasos.
“He propuesto reducir de ocho etapas a una etapa tecnológica, por eso fue posible patentarla en Europa. El proyecto se encuentra en fase de laboratorio, no existe la tecnología puesta a nivel industrial y requiere inversiones. En el país no se produce ácido acético, en América Latina solo hay producción en pequeña escala en Brasil, por eso el país debe importar esos componentes”, indica a este diario.
Con el ácido etílico se puede producir: ácido acético,
utilizado en las áreas de farmacología, alimentación, curtiembre, textilería; y
el acetaldehído, usado más en la industria de la perfumería.
Desde
1917 hasta 1956 se registraron 1.573 inventos (resoluciones de otorgación de
patentes) en Bolivia.
Según los datos del Servicio Nacional de Propiedad Intelectual
(Senapi), desde 1956 hasta mayo de 2014 se otorgaron patentes de 598 invenciones
bolivianas. Una patente es un título de propiedad intelectual otorgada por el
Estado.
Como Arellano, el tornero mecánico Yuri Valeriano, a quien le
tomó diez años crear, mejorar y patentar su sistema de puertas electromecánicas
para minibuses, se vio sin apoyo al momento de dar a conocer su invento a la
población.
“No fue fácil, y menos promocionarlo”, dice. Vanos fueron sus
intentos luego de enviar cartas a las autoridades gubernamentales,
departamentales y municipales para solicitar ayuda, al final visitó sindicato
por sindicato entregando volantes para dar a conocer su nuevo invento. “Duele
que las autoridades no apoyen los inventos bolivianos”.
Ana María Pérez Mollinedo, quien publicó el libro Antecedentes
Históricos sobre Inventos y Patentes en Bolivia (2000) y es autora de 46
inventos y cuatro innovaciones tecnológicas en química, biotecnología y medio
ambiente, señala que la mayor parte de los inventos bolivianos “se quedan con el
mismo inventor”. “Lamentablemente esa es la realidad que tenemos, y es que no
existe una política para ello, no existe ayuda, no existen oportunidades, y cada
uno debe abrirse campo y buscarse sus medios y contactos”, señala la también
expresidenta de la Asociación de Inventores de Bolivia (AIB) que en la
actualidad ya no existe.
En 2001, el Senapi entregó cinco patentes de propiedad
intelectual, la cifra aumentó a 29 para 2014, no obstante la mayor cantidad se
registró en 2011, con 48. La Paz y Cochabamba lideran a lista de más derechos de
exclusividad otorgadas, con 364 y 121, respectivamente, en el resto de los
departamentos la cifra es menor, como en Pando, que solo reporta dos inventos.
Pérez, quien también creó el Día del Inventor Boliviano, que se
celebra cada 23 de abril (Ley 3422 del 12 de junio de 2006), define al invento
como una idea nueva que contribuye a la solución de un problema específico. Una
invención debe tener tres características esenciales: novedad, nivel inventivo y
aplicación industrial. No toda creación humana constituye un invento, a veces se
busca mejorar o darle mayor utilidad a lo ya inventado.
“Es una creación que puede realizar cualquier persona, y para
que sea denominada patente debe cumplir cualidades que nunca antes se ha visto
en el ámbito mundial, que tenga una funcionalidad o aplicación, y no sea obvio
para los entendidos en la materia. Tenemos desde 1956, 598 patentes nacionales”,
señala por su parte Gabriela Murillo, directora general ejecutiva del Senapi,
creado en el marco del Decreto Supremo 27938 en diciembre de 2014 y modificado
por Decreto 28152 de mayo de este año.// La Razón (BO)
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