Mafalda: La vigencia de una niña que sigue dibujando la realidad

“Joaquín Salvador Lavado era un vecino introvertido. De poca comunicación verbal, pero de gestos generosos e inteligente. Observador, sobre todo en lo relativo a los niños. Entraba a mi casa y yo notada la atención que le ponía a los juguetes de mi hija”, comenta a EL DEBER, Lidia Rasuk, su vecina de piso en el edificio de la calle Chile # 371, en San Telmo, Buenos Aires.

El Sr. Lavado, conocido desde niño como Quino (para diferenciarlo de su tío Joaquín, dibujante que le inculcaría el oficio), dio vida a esa pequeña niña en 1963, para una publicidad que nunca se llevó a cabo. Mafalda recién vio la luz en 1964, en su primer hogar de papel, el diario Primera Plana, “Más que como una tira cómica, como una editorial”, siempre recuerda Quino.

Su hogar geográfico fue aquel departamento del barrio de San Telmo, que esa niña casi de inmediato logró hacer suyo en muchas de sus 1.900 tiras cómicas. “El almacén Don Manolo y el bar de la equina eran reales. El pórtico donde se sentaba Mafalda con sus amigos era mi pórtico”, cuenta Lidia. La calle donde Mafalda pintó su mundo es una de las más tradicionales de un barrio portuario que vio nacer a la metrópoli. En la esquina de siempre, Mafalda está sentada en un banco, con las manos sobre las rodillas y una sonrisa leve. Una Mafalda de 80 centímetros que observa recordando que un coherente testigo es capaz de vencer al tiempo.

Siempre viva, siempre joven

50 años después, Quino es una leyenda viva y Mafalda, inmortal. Se publicó diariamente durante nueve años, y luego el autor la tuvo que dejar ir para “no quedarse estancado”. “Nunca pensé que tendría tanto alcance”, confiesa.

Personajes de ficciónMientras ella estuvo en el diario, pasaron siete presidentes por esas páginas, incluyendo tres golpes de Estado, un mandato y la muerte de Perón. Presenció la hiperinflación y el Cordobazo (levantamiento popular que derrocó a un gobierno militar). Ella caricaturizó el advenimiento de la televisión y la beatlemanía. Su padre, como muchos de la época, tuvo su primer auto y también fue de los pioneros en tener el derecho a las vacaciones pagadas -por lo que Mafalda empezó a irse de veraneo-.

“Con una técnica simple, Mafalda dibujó toda una realidad. Cada personaje es un sector de la sociedad y ella es la reivindicación de la conciencia”, explica la historietista boliviana Cecilia Delgado. “Y no solo toca los temas, les da una mirada que hasta el día de hoy es progresista”, agrega Miró Bazoalto, también autor de historietas. “Es una niña revolucionaria y eso fue y es muy importante para Latinoamérica”. 

¿Cómo sería Mafalda a los 50? ¿Habría, como lo hacen muchos y lo llaman madurar, perdido sus ideales? ¿Al fin se habría conformado? La respuesta es un rotundo no. La prueba reside en su inventor, quien con 81 años, lúcido, crítico y con el sentido del humor intacto, sentencia: “Mientras me dé la vista y no me tiemble mucho la mano, no voy a dejar de dibujar”. Así tampoco dejará Mafalda de recordar que la inconformidad es un acto de fe.

Como expresa Lidia con cariño en la voz: “Mi vecino Joaquín supo canalizar en una historieta problemas humanos universales y de allí crear la mente más abierta y libre que conocí: Mafalda”.// El Deber (BO)

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