Murió la millonaria que vivió sola 80 años

Bolivia InformaSe casó por amor y tras el divorcio optó por aislarse del mundo

La vida de Huguette Clark es lo más parecido a un cuento de los Hermanos Grimm. Hija del rey estadounidense del cobre del siglo XIX y de una reina de la belleza de Nueva York, la pequeña Hughette nació en París en 1906 escribe Roberto Arnaz en Yahoo.com.

Allí pasó los primeros años de su vida antes de trasladarse a la Gran Manzana. En su adolescencia alternó los mejores colegios con costosísimas clases de baile impartidas por la legendaria Isadora Duncan y el glamour de las fiestas de la alta sociedad estadounidense.

A los 19 se convirtió en la heredara más apetecible del país. La muerte de su padre, el magnate de las materias primas y exsenador William A. Clark, le dejó una fortuna personal cercana a los $us 522 millones. Los solteros de familias como Rockefeller, Astor o Guggenheim, la cortejaron con la idea de formar la familia más poderosa de la nación.

Encierro. Con 22 años cumplidos se casó, pero por amor no por interés financiero. Su matrimonio con William McDonald Gower, un trabajador de Wall Street, fue un desastre y duró dos años. El mismo día de su divorcio, en 1930, se le tomó la última foto en vida, y comenzó su maldición.

Como la princesa Rapunzel, se encerró en una torre —un imponente apartamento de 42 habitaciones con vistas a Central Park— esperando que un príncipe azul la rescatase. Allí pasó aislada ocho décadas, pero el caballero nunca llegó.

Huguette se fue separando cada vez más y más del mundo. Desperdició los mejores años de su vida viendo dibujos animados en televisión, rodeada de su colección de muñecas y pidiendo a sus escasas visitas que la llamasen Madame Clark, como recuerdo de su añorada vida en París. Ni siquiera salió de su jaula dorada para asistir al funeral de su madre, fallecida en 1963.

Hasta que cumplió 95 años no dejó que ninguno de sus familiares se le acercase. Temía que solo les preocupase su dinero, sus obras de arte o las mansiones que poseía.

La Razón

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