La ensombrecida batalla: El combate de Tumusla (1825)

Aunque la batalla de Tumusla, librada el 1 de abril de 1825, es el combate decisivo que define la independencia de Bolivia, permanece en el olvido y por lo general se piensa que no pasó de un motín donde sólo habría habido un disparo. Vamos a descorrer el velo de distorsión que se ha construido sobre su memoria.

Luego de la batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824 –en la cual las tropas colombianas derrotan definitivamente a las liberales españolas que controlaban la sierra peruana– el líder de los vencedores, mariscal Antonio José de Sucre, entra en negociaciones con el mariscal de campo Pedro Antonio Olañeta, quien todavía dirige a las tropas absolutistas españolas y controla Charcas. Olañeta se niega a reconocer la derrota española, pero entra en negociaciones con Sucre, por lo que ambos establecen una tregua el 12 de enero de 1825 (Barnadas, 2002, v. II: 192).

Mientras tanto, en Potosí, la mano derecha del mariscal Olañeta, el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu, se da cuenta que la larga lucha que ha realizado esforzadamente por la causa de España a lo largo de más de una década está definitivamente perdida. Sus propios parientes le piden que luche por la autodeterminación de Charcas, pues ante el panorama que se presenta, lo más probable es que quede unida al Perú (o sea, a la esfera colombiana) o a la Argentina (o sea, a la esfera bonaerense). Por eso, el 9 de enero de 1825 decide negociar con Sucre y rompe con Olañeta. Ese mismo día en Talina, y el 1 de febrero en Cotagaita, proclama “la independencia y autonomía de nuestra patria Charcas, mal llamada Alto Perú” (Medinaceli, 2012: 72-73).

Entretanto, en La Paz, se produce el 25 de enero de 1825 un triste suceso que va tener funestas consecuencias: el general Pedro Antonio Olañeta habría cometido abuso en la persona de la esposa de su amanuense –el teniente Francisco Sánchez, oriundo de Cataluña–, lo que deja al ofendido profundamente resentido (Medinaceli, 2012: 80).

Historia de BoliviaCasi paralelemente, Casimiro Olañeta Güemes, sobrino del general Pedro Antonio, había llegado al campamento de Sucre el 2 de febrero y le informa al Mariscal que hay una logia secreta que él dirige en apoyo de la independencia de Charcas y poco después le convence de avanzar sobre territorio charqueño, rompiendo la tregua, lo que se hace efectivo el 6 de febrero de 1825 (Barnadas, 2002, v. II: 192). El 9 de febrero, gracias a las gestiones de Casimiro Olañeta, Sucre emite un decreto para la autodeterminación de Charcas.

Mientras esto ocurre en el norte, por el sur tropas argentinas avanzan contra las tropas realistas de Pedro Antonio Olañeta, para apoyar a Medinaceli e impedir que las fuerzas colombianas controlen Charcas (Medinaceli, 2012: 57). A pesar de todo, el mariscal Olañeta decide enfrentarse a los colombianos, insurrectos y argentinos, comunicando esta decisión a Sucre el 22 de marzo. Sin embargo, decide marchar primero a acabar con Medinaceli.

La batalla se produce el 1 de abril de 1825 en Tumusla, un valle cálido de Potosí, donde Medinaceli se había atrincherado muy hábilmente, escondiendo la mayor parte de sus tropas. Los efectivos del ejército realista suman 1.732 hombres, mientras que las tropas charqueñas de Medinaceli alcanzan a 1.326 hombres.

La batalla comienza a las 3 de la tarde. El mariscal Olañeta cruza el río de Tumusla y carga frontalmente a las tropas charqueñas, parapetadas en una cuesta sin percatarse del verdadero número de los enemigos, ya que la mayor parte estaba escondida. Cuando ya sus tropas han cruzado el vado, es atacado por tres flancos por el grueso de las tropas de Medinaceli. Es una trampa mortal. Olañeta hubiera podido salvarse replegándose de inmediato, pero en lugar de eso ordena a sus tropas atacar con vigor. En medio de la lucha, se le acerca por la espalda su amanuense, el Teniente Segundo Francisco Sánchez, disparándole por la espalda. Es la venganza por el ultraje a su esposa. Pedro Antonio Olañeta cae mortalmente herido con tres disparos, lo que desmoraliza a sus tropas y decide la lucha a favor de Medinaceli, mientras que Sánchez huye.

El final de la batalla llega a las 7 de la noche. El ejército realista sufre 509 muertos y 734 heridos, mientras que el flamante ejército charqueño tuvo 156 muertos y 270 heridos. (Medinaceli, 2012: 1). Entre esa hora y la medianoche, se negocia las condiciones de la capitulación, con la aceptación de Pedro Antonio Olañeta. Sin embargo, a las 2 de la mañana del 2 de abril, Olañeta fallece a causa de la gravedad de sus heridas. (Medinaceli, 2012: 88). El último grupo de realistas, al mando de José María Valdés, se rinde finalmente el 7 de abril en Chequelti, donde el Teniente Sánchez también es capturado (Medinaceli, 2012: 82).

Como se ve, Tumusla estuvo muy lejos de ser una escaramuza, sino que fue una batalla en toda regla y con un crecido número de bajas en ambos bandos. Pero lo más importante es que consolida la independencia y autonomía de Charcas sin la ayuda de las fuerzas colombianas ni argentinas. Entonces, ¿por qué no tiene el lugar preferente en los festejos de la independencia? ¿Por qué al menos no se la festeja como la primera victoria del ejército?

Porque Casimiro Olañeta nunca perdona a Medinaceli el que su tío Pedro Antonio haya muerto (y no haya sido capturado con vida) en Tumusla, por lo que predispone a Sucre contra Medinaceli (Barnadas, 2002, v. II: 177). Más adelante, Casimiro Olañeta le pide a su compañero de logia, Manuel María Urcullu, que mienta en el recuento de los hechos, transformando una batalla en una escaramuza donde supuestamente se habría dado “un solo tiro”. Esa es, hasta hoy, la versión más difundida.

Tal vez sin Tumusla y sin las fuerzas de Medinaceli Charcas no hubiera mantenido su unidad, siendo dividida entre Perú –entonces bajo la esfera de poder colombiana– y Argentina. Pero, como el recordado historiador José Luis Roca analiza, Charcas ya había desarrollado un regionalismo que la convertiría en una nación independiente de Lima y de Buenos Aires.// La Prensa

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3 Comentarios

  1. Introducción del Libro Ayacucho y la independencia del Alto Perú
    Corría el segundo semestre del 2009 cuando escuché por primera vez la tesis que reivindicaba a Casimiro Olañeta, como el "autentico" padre de la República de Bolivia; no sólo por sido - supuestamente - .un entusiasta impulsador de la idea, sino también por ser el supuesto "creador del decreto de convocatoria a la Asamblea Deliberante promulgado por el Mariscal Sucre el 9 de febrero de 1825 en la Paz. Con el pasar del tiempo me di cuenta que ésta no era la idea asilada de algún trasnochado antibolivariano, no, pude determinar claramente que era una corriente de pensamiento con muchos adeptos, irónicamente en el país que honra con su nombre la memoria del Genio de América, Simón Bolívar.
    Pero esto no era todo, los anti bolivarianos tenía otro referente, el coronel realista Carlos Medinaceli, uno de los tantos criollos que estando por años al servicio de las huestes realista en el Alto Perú, se volcaron intermpestivamente al bando republicano una vez decidido el destino de América en la batalla de Ayacucho. Medinaceli tiene un crédito muy particular, según algunos historiadores, él y sus tropas "acabaron" con el último reducto realista de Charcas en la Batalla de la Tumusla, así como también con la vida del caudillo Pedro Antonio Olañeta. La forma como murió Olañeta es todo un misterio, tanto como la Batalla misma, algunas investigaciones refieren que no existió tal batalla y que la muerte del tío de Casimiro Olañeta fue producto de ajuste de cuentas por un problema de "faldas ". Otras versione más serias refiere que el General Pedro Antonio Olañeta cayó de su caballo y murió al siguiente día producto de las lesiones sufridas. Los más optimistas aseguran que en medio de la batalla fue herido de muerte por una bala disparada por uno de sus subordinados. Sea como fuere la historia, la única verdad es que después de Ayacucho los partidarios del Rey estaba reducidos a la mínima expresión, desmoralizados y sin ninguna posibilidad de triunfo ante la más poderosa maquinaria de guerra del continente: El Ejercito Unido Libertador.
    Sin embargo, la convicción de los "medinacelistas" es tan grande como lo fue la de Pedro Antonio Olañeta en favor de una causa obsolutista ya perdida. Por el solo hecho de haber dado un extemporáneo grito independentista, el 30 de marzo de 1825 , y por haber "batido" al General Olañeta cuando la guerra ya había acabado y el destino de América había sido sellado en las pampas de Ayacucho, esta corriente pondera exageradamente los méritos del Coronel realista, al punto de considerarlo como el auténtico Libertador del Alto Perú y por lo tanto de Bolivia. La obstinación llega al punto de proponer como fecha de la independencia la del 1 de abril en homenaje a la Batalla de Tumusla. Ambas propuestas, en nuestra humilde opinión, son totalmente inamisibles por las razones que expongo a continuación.
    El poderoso Ejercito Realista que oprimía al Alto Perú y Bajo Perú fue derrotado en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824 por 5.780 bravos del Ejercito Unido Libertador, magistralmente guiados por el genuino Padre y Libertador de Bolivia : el Mariscal Antonio José de Sucre. Con este resultado quedó sellada para siempre la libertad del continente Americano, los realistas quedarían reducidos al Callao (Rodil), Chiloé (Quintanilla) y al Alto Perú (Olañeta).
    A los realistas vencidos en Ayacucho, el entonces general Sucre les ofreció la más generosa capitulación que recuerde la historia del Nuevo y del Viejo Mundo. En ese entendido los realistas del Alto Perú tenían solo tres alternativas: jurar la independencia (cambiar de bando), rendirse y acogerse a la Capitulación o enfrentarse a la poderosa y experimentada maquinaria de guerra colombiana, la misma que en los campos de Carabobo, Gámeza, Pantano de Vargas, Boyacá, Yahuachi, Bomboná, Ibarra, Pichincha, Junín y Ayacucho había acabado con las mejores tropas realistas del Continente.

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  2. En virtud de lo anterior, los pronunciamientos y adhesiones a la causa libertaria verificados en Cochabamba, Chuquisaca, Chayanta, Mojos, Chiquitos y Santa Cruz (enero y febrero 1825), incluyendo el del Coronel realista Medinaceli en Chichas y su carta a Olañeta del 9 de enero conminándolo a la rendición, no fueron espontáneas ni por amor a la libertad, son CONSECUENCIA directa de la victoria de Ayacucho y de la capitulación ofrecida por Sucre a los vencidos, de no ser así ¿Por qué no se produjeron antes? ¿Por qué no al menos en el marco de favorables condiciones que ofrecieron las primeras campañas de Puertos Intermedios (1821-1823) ?.
    La Batalla de Tumusla, aunque suene duro decirlo, de haberse efectivamente verificado, no cambió para nada el curso de la historia, sólo precipitó un acontecimiento que días más tarde, o más temprano ocurriría: el sometimiento total de Olañeta y sus huestes. De no haber derrotado el Coronel realista Medinaceli al mermado y desmoralizado ejército de Olañeta en la Tusmula , Cualquier División del Ejercito Unido Libertador lo habría hecho con meridiana facilidad, Olañeta no era ya un oponente que pudiera poner en riesgo la independencia ni el nacimiento de la nueva República.
    Sobre el particular tema de idea de la independencia del Alto Perú tampoco fue el Coronel realista Medinacelli el primero en hablar o pronunciarse por ella, como tampoco lo fue Casimiro Olañeta. El General Sucre desde Cusco, los días posteriores a la Batalla de Ayacucho, en fluida correspondencia con Bolívar, manifiesta que las provincias altoperuanas, al parecer, están dispuestas a ser libres; que "no quieren ser del Perú ni de Argentina sino de sí mismas" (Sherwell, 1995:110), esto lo dice en diciembre del año 24 cuando aun no había conocido al "patriota" Casimiro Olañeta, secretario de su tío Pedro Antonio. En carta a Bolivar, fechada el 4 de abril de 1825, Sucre admite ya haber tratado mucho antes de Ayacucho el tema de la independencia del Alto Perú con el Libertador y que la opinión de éste se inclinaba por la Asamblea Deliberante.
    La independencia no se decreta, se conquista en los campos de batalla, no espontáneamente ni producto de la casualidad, sino a fuerza de tesón, sacrificios y constancia. No basta con tomar una guarnición, a última hora, y desde una plaza pública proclamar la independencia de tal o cual región, no basta con eso, además es muy fácil decirlo y hacerlo cuando el monstruo que nos oprimía yace inerte y humillado en la pampa de Ayacucho.
    Qué meritorio hubiese sido proclamar esa independencia de Charcas un año antes y luchar por ella, en especial cuando las fuerzas de La Serna sumaban más de 15.000 hombres.
    Por Ultimo consideramos que el titulo de Libertador no se impone ni se decreta, menos desde una oficina o computadora a 200 años de distancia de las luchas libertarias. El supremo título de Libertador lo otorgan los pueblos como un especial reconocimiento a los hombres que lucharon por nuestra libertad y que luego de grande sacrificios efectivamente la lograron. Libertadores no puede ser considerados los patriotas de última hora, en ninguna parte lo han sido, éste es un titulo que se gana con base en el liderazgo, valor, dignidad, idoneidad, sensibilidad social, en fin es un reconocimiento a una suma de virtudes, en especial a la constancia.
    Valdría la pena preguntarse : ¿Qué habría pasado si el desenlace de la BAtalla de Ayacucho hubiese sido favorable a España? ¿Medinaceli y Casimiro Olañeta se hubieran pronunciado igualmente en favor de la Independencia ?

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  3. Pero estas preguntas caen en el campo especulativo porque la Historia ya se ha pronunciado.
    Pese a que los argumentos que hemos esgrimidos son contundentes, no queremos que darnos sólo con la crítica a lo que Olañeta y Medinaceli hicieron o dejaron de hacer, creemos que nuestro deber, como bolivarianos, es pasar a la ofensiva y demostrar que la creación de la República de Bolivia, hoy Estado Plurinacional de Bolivia, fue obra intelectual y material de los Libertadores Bolívar y Sucre y una consecuencia directa de la épica victoria conseguida por las armas republicanas en la Batalla de Ayacucho, ese es el objetivo del presente trabajo.

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