Ser anciano: Cuando los años los dejan y los hijos también

Doña Dolores salía todos los domingos a las 15.30 a la puerta del asilo Quevedo. “Es que mis hijos ya van a venir y tengo que estar bien presentable”, respondía a quienes le preguntaban por qué se había puesto tan linda ese día.

Se cepillaba el pelo desde la mañana, pasaba horas frente al espejo y hasta el almuerzo le parecía una pérdida de tiempo, porque no podía faltar a aquella cita que nunca se cumplió. Sólo el frío y la recomendación de las asistentes del asilo la movían del banco elegido, cuando las sombras de la noche llegaban para hacer juego con el crepúsculo de sus años.

Otra vez le habían fallado, otro domingo que no llegaron, pero nunca perdió la fe, porque en la semana vivía de ese hilo de esperanza. Hasta que un día fue ella quien falló a la cita, porque la parca apresuró su partida. Cuentan los allegados que fue justamente un domingo que sus hijos la dejaron en ese asilo con la promesa. “Espéranos acá, que el domingo que viene vendremos para sacarte a pasear”.

Esta es una de las tantas historias de quienes deben vivir en asilos, casas de reposo o en la soledad, porque los años consumieron sus mejores días.

El abandono a los ancianos por parte de sus familiares, principalmente de sus propios hijos, crece de manera considerable, según la cantidad de casos que se presentan diariamente en la Unidad del Adulto Mayor de la comuna paceña, tal como informa el responsable de este sector, Hernán Vargas.

Ser anciano en Bolivia“En mi casa ya no me quieren, me riñen, me gritan, no me dan lo que a mi me gusta, dicen que soy un estorbo más y me tratan como si yo fuera un mueble de la casa, sin escuchar lo que yo les pido”, relata el Jefe de la Unidad al mencionar las quejas diarias que escucha en su oficina. Los abuelitos mezclan la amargura del día con sus propias historias, mitad verdad, mitad fantasía y de tanto escuchar historias tristes, se les va endureciendo el corazón.

Mientras Vargas cuenta estos hechos se le nublan los ojos, va apagando la voz, siente cada historia como propia, pero tiene que cumplir un deber, tiene que buscar una solución para cada drama de los abuelos y abuelas.

La autoridad de la comuna opina que estos casos se dan por la falta de cultura en la sociedad, y es que los valores familiares se van perdiendo, porque los hijos olvidan que estos ancianos son sus progenitores, quienes, en muchos casos, no se llevaron un mendrugo de pan a la boca por alimentarlos cuando fueron niños, “para la familia la persona adulta mayor se vuelve un estorbo, como un mueble que está en el fondo de la casa”, expresa.

Estas actitudes de sentimientos duros de los hijos, conducen al abandono total de sus progenitores llevándolos así a asilos donde supuestamente irán a verlos frecuentemente, pero esto termina en un abandono completo, “sus hijos dicen vamos a volver, pero ya no lo hacen nunca”.

El abandono de hijos a padres de la tercera edad no se queda en el área urbana sino trasciende a los hogares rurales, donde la situación de la soledad se agrava. “Aislados en el pequeño cuarto sin poder entablar una conversación, el anciano sólo siente la compañía del sonido del viento o los animales”.

“Este segundo tipo de abandono realmente es muy doloroso, los hijos ya son mayores y se vienen a la ciudad dejando a la madre o al padre. Estos ancianos por la edad avanzada tienden a deprimirse en la soledad que viven y luego se presentan enfermedades de las cuales los hijos nunca llegan a enterarse”, cuenta Vargas.

Estos factores -explicó- son una de las principales consecuencias del extravío que se presenta en la ciudad. En el caso del área rural, muchos de los ancianos salen de sus hogares a buscar a sus hijos con unos cuantos pesos hasta las capitales, sin embargo, la fragilidad de la conciencia por la edad avanzada, provoca la pérdida de la memoria y terminan deambulando por las calles.

“Vienen con Bs 50 ó 100 y no encuentran a sus seres queridos porque no tienen ningún dato o han perdido el rastro, llegan a la ciudad y se extravían, se les acaba el dinero y no pueden volver a su comunidad, con el dolor expresado en el curtido rostro, por no haber podido ver, por última vez, a sus hijos”, expresa el representante edil.

Mientras el asilo Quevedo continúa recibiendo a otros ancianos, la banca de Doña Dolores ahora es ocupada por otra alma olvidada que espera volver a ver a sus hijos una tarde de domingo.

DATOS

- De enero a mayo se registraron 127 casos de denuncias de abandono por diferentes problemáticas.

- El 60 por ciento de los casos se registra en el área rural.

- El 25% de abandono es indirecto, es decir, con ancianos que son recluidos en albergues, pese a que tienen familia.

- El 18% de los casos proceden de la violencia intrafamiliar.

- El 8% muestra la figura de abandono completo, donde los abuelos y abuelas no cuentan con familiares.

- El 3% de los casos responden a hechos de extravío.// El Diario

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