Realidades: Cinco historias con algo en común, la falta de empleo fijo

Dic 5, (VozBol).- Hoy se ha publicado un especial en el periódico La Razón de La Paz sobre la carencia de empleo fijo, ya que buena parte de la población boliviana se da modos para generar sus propios ingresos a través de diferentes actividades. Por ello hoy hemos  reunido los cinco artículos en uno solo para que su lectura sea más fácil y lo pueden leer a continuación.

 

Estudió informática y hace un año que no consigue empleo

Todos los domingos, Laura (nombre ficticio) compra varios periódicos para revisar la sección de clasificados. Con un marcador subraya los avisos de oferta laboral relacionados con Informática, la carrera que estudió en la Universidad Mayor de San Andrés.

“Leo los anuncios y los lunes me voy a buscar trabajo. Desde el año pasado que empecé a enviar mi currículum a todos los lugares donde solicitaban profesionales. Pero hasta ahora no consigo nada”, dice sentada en una plaza de la ciudad.

La joven de 28 años cuenta que una de las causas por las que no encuentra trabajo es porque no tiene experiencia laboral.
“Tanto en instituciones públicas como privadas te piden al menos dos o tres años de experiencia y si no cumples ese requisito no te toman en cuenta”.

Laura comenta que ya es licenciada y que también cuenta un año de experiencia en trabajo de redes y hardware.

Agrega que en donde no le pidieron tener experiencia de trabajo le ofrecieron un sueldo muy bajo: entre 800 y 1.300 bolivianos.
“Si uno estudia tantos años una carrera, por lo menos espera que le paguen un salario digno. Una vez me ofrecieron trabajar como técnico en Informática en El Alto, el sueldo era de Bs 1.300, pero sin pasajes”, asegura Laura.

No conseguir empleo la tiene frustrada tanto en lo profesional como en lo familiar. “Lo que más me preocupa es que no puedo ayudar a mis papás a pagar la deuda de la casa”, dice.

Ella vive con sus padres y tres de sus cuatro hermanos y para tener algo de dinero decora las tortas que su mamá vende. Su padre le da Bs 50 para pasajes.

Pide a todas las instituciones crear nuevos empleos y que den una oportunidad a los jóvenes “pues no tener experiencia no significa que no seamos capaces”.

* Esta persona ofrece sus servicios como Licenciada en Informática. Llamar al 60542801

 

Es economista sin experiencia y busca un trabajo desde abril

Una persona revisa las diversas ofertas de empleo en La Razón.

“Desde mayo de este año que estoy sin trabajo. He presentado mi  hoja de vida a diferentes lugares. Me han llamado para algunas entrevistas, pero llegaba hasta cierta etapa y otro me ganaba porque tenía más experiencia y obtenía el trabajo”, dice Pedro (nombre ficticio), de 26 años, licenciado en Economía.

El joven, quien evitó dar su nombre real, comenta que hace dos años que egresó de la Universidad Mayor de San Andrés y luego realizó una pasantía por tres meses en una institución pública. Posteriormente se dedicó a obtener su título para conseguir un empleo seguro; sin embargo, desde abril que no lo encuentra.

“He buscado trabajo en instituciones públicas y privadas pero todos te piden dos a tres años de experiencia. Pero, si no te piden experiencia el salario es mínimo y sólo cubre tus viáticos”, señala Pedro, quien viste chompa azul, camisa celeste y pantalón negro.

Dice que su caso no es el único, ya que algunos ex compañeros de carrera también están en una situación similar. “Aunque hay otros que están trabajando pero en otros oficios que no pertenecen al área”.

Sin trabajo estable consigue dinero impartiendo clases particulares a estudiantes y en instituciones privadas. “En ocasiones me llaman para realizar proyectos y dar clases. Ese es mi sustento”, dice mientras sostiene su maletín azul. Reconoce que le sirvió su experiencia como auxiliar de docencia en la universidad.

La alimentación y el techo lo tiene asegurado, ya que vive con sus padres, pero reconoce que “a ellos trato de no pedirles. Lo que gano lo utilizo para mis gastos”.

“Me siento mal, porque quisiera trabajar para ganar experiencia y ayudar a mi familia. He visto que hay más trabajos para técnicos”.

Quiere superarse y por eso además estudia Ingeniería Industrial y sugiere que el programa del Gobierno “Mi primer empleo digno” debería ampliarse a profesionales y no sólo ser para técnicos.

 

 

Hace 25 años que ofrece sus servicios de albañil en el mercado Yungas

Juan se cubre del sol con una gorra mientras una señora le pregunta lo que cobra por pintar una habitación. Él responde que depende del tamaño del lugar. Delante de él, en el piso, hay un maletín negro con sus herramientas y un letrero que dice albañil y pintor a domicilio.

“Hace 25 años que trabajo aquí (ofrece sus servicios en el mercado Yungas). Hay mucha gente que me conoce y viene a buscarme para realizar algún trabajo en sus viviendas”, dice Juan, quien no quiso que en esta nota se le identificara con su nombre real .

El hombre tiene 50 años y comenta que hay días en que hay mucha demanda de trabajo, pero hay otros en que vuelve a su casa sin nada. “Hay días por ejemplo en que se gana 500 bolivianos, pero como no es seguro que mañana haya trabajo, tenemos que guardar ese dinero para subsistir”.

Lamenta que los ocasionales patrones no den siempre un buen trato; “a veces es bueno, pero a veces también es pésimo”.
El albañil vive en El Alto con sus cuatro hijos y su esposa. No quiso decir en qué trabaja la mujer, pero comentó que lo ayuda con los pagos de la casa, aunque el dinero que juntan no alcanza.

Al día, en lo que más dinero gasta es en los pasajes y el almuerzo. “Aquí en el mercado Yungas estoy a partir de las nueve de la mañana y me quedo hasta las 16.00. Luego me dedico al otro oficio”, pero no quiso decir de qué se trata.

Cuando alguien de la familia se enferma acude a alguna farmacia, pero si la dolencia es mayor va al centro de salud.

“Si uno de mis hijos se enferma, tengo que comprar todos los medicamentos que se necesitan. Pero a veces cuando no tenemos recursos, sólo recurrimos a algún remedio casero”, asegura. En todo caso, comenta Juan que en la actualidad no se siente tan presionado como cuando sus chicos eran pequeños, ya que ahora ellos trabajan y ayudan también a sostener a la familia.

“Ellos todavía no están casados. Pero la mentalidad de los jóvenes ha cambiado. Me dicen que quieren casarse a los 30 y estudiar para superarse en la vida”.

Comenta que pese a su experiencia, en el mercado laboral fijo no hay empleo para él.

“Intenté conseguir un trabajo fijo en una constructora o por lo menos tener contratos eventuales, pero no he encontrado”.

 

 

‘No he estudiado, cómo voy a tener otra ocupación’

Falta de empleo en Bolivia

Son las cinco y media de la mañana y Julia (nombre ficticio) se levanta con pereza para cocinar y luego salir apurada con un aguayo, donde envuelve sus guantes y un mandil, para lavar ropa ajena. Todos los días repite la misma rutina.

“Hace 16 años que me dedico a lavar ropa. Cada día espero sentada que alguna señorita me contrate para lavar tres o cuatro docenas de ropa”, dice esta mujer que no quiso dar su nombre, mientras mira su aguayo de color rojo y lila.

Son las 11.00 del miércoles 1 de diciembre y hasta ahora no se ha presentado ninguna oferta frente a la plaza Camacho. “Hay días así, en los cuales no hay demanda y tenemos que volver a casa sin un centavo”. Cobra 10 bolivianos por docena y suele ganar entre 20 y 30 bolivianos diarios, pero en los mejores días puede recibir hasta 50 bolivianos.

“Lo que gano lavando sólo alcanza para la comida, el recreo y el pasaje de mis niños”, dice la mujer de 42 años, quien vive con sus tres hijos colegiales y su esposo en la zona de Ciudadela Ferroviaria.

“Mi marido es albañil y tampoco tiene un trabajo fijo. Él recibe un contrato, termina y de nuevo debe salir a buscar trabajo”.
El martes fue un día bueno para Julia, pues lavó ocho docenas de ropa; sin embargo, “todo mi brazo se ha adormecido y me duele. Pero igual tengo que venir, no puedo descansar”.

Mientras mira sus manos arrugadas por el efecto del agua y el jabón, recuerda que antes lavaba ropa sin guantes de goma, pero desde que se enfermó de los riñones se cuida más.

Ahora que sus tres hijos saldrán de vacaciones del colegio podrá ahorrar el dinero de los pasajes “para comprar los útiles para el próximo año”.

No sólo ahorra en eso, la alimentación es mesurada. “Un día nos servimos una sopa y al día siguiente comemos un segundo”.
De médicos ni hablar, porque el dinero no alcanza. Por eso, cuando ella, su esposo o sus hijos se enferman, van a la farmacia para comprar algún fármaco.

Comenta que las señoras que la contratan no siempre la tratan bien. “Cuando llegamos a su casa no te invitan nada. Por eso, les pediría que nos traten mejor, porque si trabajamos como lavanderas es por necesidad”.

Anhela conseguir un empleo fijo, “pero no he estudiado, así cómo voy a encontrar otra ocupación”.

* Esta persona brinda  sus servicios de lavandera. Llamar al 71294294

Las manos le duelen de tanto lavar, pero no halla otro trabajo

Sentada en el suelo y mascando unas hojas de coca, Rosa (nombre ficticio) mira sus dedos desgastados y arrugados de tanto lavar. Desde hace 15 años sostiene a su familia con esta actividad temporal.

“Pese a que lavo la ropa con guantes, las manos me duelen de tanto lavar. Busqué trabajo de empleada doméstica, pero no me quieren contratar, porque ya soy mayor (50), buscan a chicas de 17 a 20 años”, dice mientras acomoda su sombrero negro.

De lunes a sábado, espera frente a la plaza Eliodoro Camacho, al lado del mercado del mismo nombre, a sus ocasionales patrones que la llevarán para lavar entre dos y tres docenas de ropa. “Es difícil trabajar como lavandera pues a veces hay trabajo y gano ocho bolivianos por docena, pero hay días en que me voy con las manos vacías”.

Cuando no consigue dinero, acullica coca para calmar el hambre. Se queja de que hay “señoras que no le invitan nada para comer” cuando va a las casas.

Según Rosa, los lunes y los sábados hay más demanda y puede ganar entre 40 y 50 bolivianos.

“Ese dinero lo ahorro semanalmente para pagar la luz y el agua. Aunque hay ocasiones que no me alcanza y no hago mercado para poder cancelar”.

La mujer de 50 años es madre de seis hijos, aunque sólo tres viven con ella.

“Los mayores ya han hecho su vida, pero los otros aún estudian en un colegio fiscal. Para pagar los gastos a veces vendo en la feria de Alasitas y con ese dinero compro zapatos, útiles y sus libros”.

Cría sola a sus hijos, porque hace 15 años que Rosa se separó de su esposo. “Fue muy difícil tomar la decisión de separarme, aunque fue lo mejor, porque todo el tiempo me golpeaba”, dice mientras sus ojos negros no se dejan ver.

Recuerda que su madre no pudo apoyarla para estudiar. “Luego me casé con un hombre sin empleo y tuve que trabajar como empleada cerca de seis años. Quizás si hubiera estudiado estaría mejor”.

Ella y sus hijos viven en una casa que cuidan en la zona de la Periférica. El dinero apenas alcanza para la comida, el pago de los servicios y la educación, por eso no van al médico y cuando se enferman se curan con hierbas.

Rosa anhela tener un trabajo seguro o una renta fija. Mientras tanto, seguirá lavando y soportando el dolor de sus manos.

* La señora recibe ofertas laborales al teléfono 77570912

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