Guillermo Wiener: “Ingeniero” de los cines Universo y Monumental Roby

 (Bolivia informa). Personajes paceños: Guillermo Wiener. Falleció en noviembre de 2021.

[PUBICACIÓN ORIGINAL: 2020]

Guillermo Wiener: “Ingeniero” de los cines Universo y Monumental Roby

"Estoy muy contento con mi vida", afirma, mientras hojea el libro en el que guardó los recuerdos de su niñez, huyendo con sus padres del Holocausto nazi, desde Viena (Austria) hasta La Paz (Bolivia). No los quiere repetir. Prefiere hablar de lo que pasó después.Personajes paceños

Este año (2020) cumplió 88 años, de ésos, casi 80 los vivió en La Paz. En su libro Recuerdo de un judío boliviano, Guillermo Wiener plasma los momentos dramáticos que vivió con su familia durante la persecución nazi en Viena.

Evoca, por ejemplo, aquel momento cuando paseaba con su padre por el Prater, uno de los pocos parques a los que los nazis alemanes permitían ingresar a los judíos. Aparecieron soldados de la SS y comenzaron a reunir a la gente, haciendo que los mayores formaran una fila para levantar ladrillos y dejando a un lado a los niños. Nadie se resistió ante el temor de ir a parar a un campo de concentración. El hermano del padre de Guillermo ya había pasado esa dramática experiencia.

Pese a ese peligro en el Prater, su padre no permitió que los separaran. Felizmente, y después de levantar una ramas, los nazis los dejaron ir, no sin advertirles que "nunca más podrían pisar el Prater", se lee en su libro. Regresaron a su casa, donde sus padres desahogaron su preocupación y temor por lo que vendría después con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).Personajes paceños

Días después de ese episodio, alguien tocó la puerta del departamento donde Guillermo vivía con sus padres. Su madre abrió y vieron a un hombre delgado, con la cabeza rapada y una barba desprolija. Le preguntaron quién era. "Era mi tío Víctor que había sido liberado del campo de concentración después de seis semanas (...) mi tía Edith había conseguido su liberación", cuenta Wiener en su libro.

Apenas su tío fue liberado huyó a Inglaterra junto a su familia. Mientras tanto la situación en Viena se hacía más peligrosa para los Wiener. Habían recibido la alerta de que pronto el padre sería enviado a un campo de concentración.

Guillermo era el único hijo del segundo matrimonio de Wiener, en el primero también tuvo un solo hijo, Hans, que había huido de Viena en 1939 hasta La Paz, Bolivia, "uno de los pocos países del mundo que recibía a refugiados judíos", se lee en su texto.

Desesperada, Lili -mama de Guillermo- le envió un telegrama a Hans alertándole que la vida de su padre corría peligro. Con la ayuda de amigos, el joven logró visas bolivianas para toda su familia. "Así fuimos salvados de perecer en el Holocausto", relata Guillermo.

Después de un viaje por varias semanas, en barco y tren, llegaron a La Paz, logran- do instalarse primero con Hans y después en la casa 337 de la calle Pisagua. Guillermo tenía que volver al colegio y fue inscrito en la Escuela Boliviano Israelita. Pero pronto le tocó pasar a secundaria, ciclo que el Israelita no contaba. Sus padres buscaron otro establecimiento. La primera opción resultó muy cara, en el segundo pusieron como condición que el niño judío se bautizara como católico. Al final probaron el Colegio Ayacucho, donde fue aceptado después de gestiones de una amistad.

Guillermo habla del Ayacucho con mu- cho orgullo y cariño. "Recibí una gran enseñanza para toda mi vida, no sólo en la parte educativa, porque era un excelente colegio, sino porque formaba hombres, daba la responsabilidad a los jóvenes para enfrentar la vida y tener criterio justo sobre lo que es la vida", dice.

Orgulloso, rememora el momento en que fue nombrado representante de su curso ante el Centro Intelectual Deportivo Ayacucho. "Nadie objetó por el hecho de que yo no era boliviano de nacimiento; nadie objetó porque mi piel era más clara que el de la mayoría de mis compañeros; nadie objetó que mi apellido era extranjero", dice. "Nunca sentí el más pequeño de antisemitismo en Bolivia", añade con su voz fuerte y clara.

El "ingeniero frustrado"

El hombre que nació en Austria salió bachiller en 1949. Siempre había acariciado el sueño de convertirse en un ingeniero para construir una casa a sus padres y luego contar con una profesión que le permitiera mejorar su situación económica. En 1950 ingresó a la carrera de Ingeniería de la Universidad Mayor de San Andrés, que infelizmente no la pudo concluir. "Mis padres eran muy ancianos, no podían mantenerme. Tenía la ilusión de ser ingeniero pero no pudo ser", se lamenta.

Mientras estudiaba, trabajaba, primero en la firma importadora de Werner Goldman y después en Exima, de Rodolfo Berkowitz.

1958 fue un año determinante en la vida de don Guillermo. Víctima de un cáncer muere su padre, hecho que lo deja muy devastado, a la par, se le presenta la oportunidad de incursionar en la industria cinematográfica del país. El reto era concluir la obra de un nuevo cine en La Paz. El proyecto pertenecía a la Comunidad Franciscana de La Recoleta y tenía el fin de subvencionar un colegio religioso católico para niños de escasos recursos.

Pese a que su madre no estaba de acuerdo con el negocio, porque lo consideraba muy riesgoso, Guillermo formó una sociedad con Rodolfo Berkowitz, José Nijme y Bernardo Berkowitz y asumieron el desafío. Contrataron al ingeniero Leopoldo Kraus y a los contratistas Julio y Samuel Quispe y arrancaron con la conclusión de lo que después fue el Cine Universo.

Su responsabilidad fue el manejo de la contabilidad y disponibilidad de recursos, así pudo poner en práctica lo aprendido en los años de universidad. "Por primera vez me sirvieron mis conocimientos que había adquirido durante mi frustrado estudio en la UMSA", dice.

El desafío del nuevo cine era su ubicación: la popular zona de San Sebastián, sobre la avenida Pando, entre Inquisivi y América (a una cuadra de la plaza Alonso de Mendoza. "Fue el primer cine pensado no sólo para ser un centro de reunión de las personas adineradas, sino para dar espectáculos cinematográficos a toda La Paz, afirma don Guillermo.

Los amigos les vaticinaban que no sería un negocio rentable por la ubicación y les sugirieron que su infraestructura fuera más modesta que el resto de cines. Sin embargo, Wiener y sus socios decidieron implementar una sala cinematográfica de primera, con un mezzanine en vez de una galería, lo último en comodidad.

Llegó el día de la inauguración, a inicios de los años 60, y Wiener decidió invitar nada menos que al presidente de la República de entonces, Hernán Siles, que atendió su invitación. "Cuando en las fotos de los periódicos salió el Presidente de la República, todos dijeron vale la pena ir a ese cine", señala el empresario que administró durante 30 años esta sala cinematográfica.

Refiere que otra decisión que sumó éxito al Cine Universo fue que sus empleados eran los que elegían las películas que se iban a proyectar. "Las que yo elegía no funcionaban", dice sonriendo.

Pero para Guillermo no era suficiente este espacio. Operaba en una zona popular y decidió avanzar hacia el corazón mismo del barrio paceño y construyó el Monumental Roby, en plena plaza Garita de Lima. "Le di el nombre de mi hijo: Roby", cuenta. Entonces ya estaba casado con Eva Berkowitz, con quien tuvo dos hijos: Patricia y Roby.

"Todos los cines estaban en el centro de la ciudad y tal vez por el colegio en que me crie yo quería estar con la gente de los sectores populares", añade el empresario que llegó a presidir la Cámara de Empresarios Cinematográficos de La Paz.

El Monumental Roby se convirtió en el cine más grande de Bolivia, con una capacidad para más de 1.800 personas. Él lo administró por más de 17 años, hasta que la propietaria del terreno donde fue elevado decidió quedarse con la gran sala, lo que representó la muerte de la misma, considera Wiener. "A los días cerraron el cine, fue una iglesia cristiana y hoy una especie de galería destinada la venta de ropa", dice.

Antes de construir el Monumental, junto a sus socios decidió adquirir el Cine París, ubicado en pleno kilómetro cero de la ciudad de La Paz (plaza Murillo). Así llegaron años de competir con las decenas de salas cinematográficas y siempre destacar.

Pero a finales de los años 90, éstas entraron en crisis, sobre todo por la llegada de las películas, primero en videos y después de CD y otros formatos. Wiener comenzó a dejar el negocio de las salas de cine. Primero desistió del París, luego el Monumental Roby y finalmente el Universo. "Yo cometí un gran error: pensé que viviría no más que unos 66 años, pero cumplí los 88. ¡Me equivoqué!", afirma.

Don Guillermo no sólo se retiró del cine, sino también de otras actividades y se dedicó a escribir y a leer los innumerables libros que compró durante su vida y que no pudo disfrutar por falta de tiempo. "Mirando atrás puedo decir que tuve una vida muy interesante. No todo fue color de rosa y tuve una cantidad de sinsabores; sin embargo, sería ingrato si no agradeciera de todo corazón a Dios por todas las oportunidades que me dio, afirma este octogenario que sobrevivió al Holocausto nazi y se asentó en la Hoyada paceña.

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