Religión: Portentos coloniales de La Paz

La Paz colonial —con olor a santidad, sus condenados por calles empedradas, sus monjas de claustros no bien enclaustradas y sus incontables procesiones que pasaban por idénticas calles que los condenados— fue testigo de muchos portentos de la fe católica. En su libro Añejerías Paceñas, Ismael Sotomayor cuenta algunos de ellos.

El Señor de la Columna se encuentra hoy en la Catedral de La Paz, pero no siempre fue así, pues no sólo que se encontraba en la iglesia de Santo Domingo, sino que dio un paseo autónomo.

En el templo de Santo Domingo, el Lunes Santo de la Cuaresma del año 1802, “uno de los sacristanes del templo se pegó un sustazo de marca mayor al notar que el Señor de la Columna faltaba de su altar”, escribe Ismael Sotomayor.
Mientras, media cuadra más arriba, por la calle Yanacocha, la familia de Don José María Landaverre y Villa Verde, que compartía con los pobres sus almuerzos, recibía la visita de un humilde visitante que descollaba por sus “finos modales”.

Cuando el señor Landaverre despidió a su comensal y salió, vio que por la iglesia había un barullo. Se dirigió hacia él y se enteró de que el Señor de la Columna no estaba, lo que le sorprendió mucho y relacionó con la visita del desconocido, al que describió a los vecinos. Uno de éstos dijo haber visto entrar al templo a un señor que coincidía palabra por palabra. De modo que todos ingresaron, pero “¡oh, milagro! La efigie estaba en su respectivo sitio y en su columna, el pan que se le había obsequiado durante el almuerzo de los Landaverre”, narra Sotomayor.

Según el historiador, a partir de los siguientes años, la familia ofrecía una misa y una fiesta con “gran participación de los pobres, tradición que ha llegado hasta nuestros días (1930)”. Sin embargo, La Razón se contactó con los descendientes de los Landaverre. El señor Julio Méndez, actual propietario de la imagen, cuenta: “Ahora sólo venimos yo, mi sobrino y mi hermana, además de algún anciano con su réplica. Antes, era una cosa grande, todos iban”. El sacristán de la Catedral dice que el Señor de la Columna no tiene hermandad, “a veces viene gente y le reza, pero no porque sea devota exclusiva”.

El año del portento del Señor de Burgos ocurrió en 1774, cuando un jumento, que trotaba con pasos seguros como quien tiene conocimiento de dónde se dirige, recorrió las calles del español barrio del Sagrario sin detenerse a dar cuentas a nadie, hasta la iglesia de la Orden de San Agustín (hoy calle Mercado, al lado de la Alcaldía) de donde no se movió.

Cuando los sacerdotes le quitaron la carga al asno, vieron un Ecce Homo y una nota: “Christo de Burgos para el Convento de San Agustín de La Paz - Contenido delicado”, copia Sotomayor. Nunca se supo quién pudo haber hecho el enigmático envío, atribuyéndose a una manifestación divina.

Todo el que se acerque a la izquierda del altar de este templo puede ver a sus anchas este “Christo” llegado desde Burgos. El sacristán Edwin R. cuenta que el Señor de Burgos no tiene hermandad, aunque sí algunos devotos, a pesar de haber recibido un culto masivo en la colonia.//  La Razón

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