(Bolivia informa). Emeterio Villamil de Rada nació el 3 de mayo de 1804 en Sorata, La Paz, Bolivia. Falleció ahogado a los 72 años, en 1876 en Río de Janeiro, Brasil.
Emeterio fue escritor, filólogo y político.
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Notables paceños: Emeterio Villamil de Rada
En su memoria han nominado una calle en la populosa zona que colinda entre San Pedro Alto y Ch’ijini. Muy pocos de sus moradores y de los habitantes de la ciudad conocemos por qué esta calle lleva este nombre y quién fue este personaje.
Su biografía, que resumimos en esta edición, refleja una de las vidas más apasionantes que un boliviano de los albores del nacimiento del país pueda mostrarnos. En ella se conjugan las dimensiones del escritor, periodista, orador, político, empresario, aventurero y principalmente del investigador que sostuvo que fue el aymara el idioma más antiguo de la tierra, el que hablara Adán en el inicio de la especie humana.
Nacido en el valle de Sorata el 3 mayo de 1804, hijo del acaudalado terrateniente don Ildefonso Villamil, Emeterio recibió sus primeros conocimientos en el Seminario Conciliar de La Paz. Su talento y temperamento dejaron en claro que los hábitos no estaban destinados para él.
Cuando ingresaron victoriosos los libertadores a la ciudad de La Paz, destacó la brillante elocuencia de un joven de 21 años, quien asombrara a Simón Bolívar y particularmente a Antonio José de Sucre con su vibrante arenga a la naciente patria. Fue por ello que el Mariscal de Ayacucho, luego de la ceremonia, lo invitó a formar parte de su comitiva. Para la sorpresa de una de las cumbres de la independencia americana, Emeterio Villamil de Rada declinó tan honrosa invitación. Otros planes y designios irían a conducir su extraordinaria vida.
El 1826 llegó a nuestra ciudad el científico y explorador británico Lord Berhing, a quien don Ildefonso encomendó la formación de su hijo en Europa. Emeterio visitó Francia, Italia, Grecia, estableciéndose en Londres, donde obtuvo un doctorado en lenguas clásicas. Fue el periodo en que se embebió de conocimientos del enciclopedismo europeo. Regresó en 1 833, siendo invitado a ejercer la cátedra en Bellas Letras por el primer Rector de la Universidad Mayor de San Andrés, su antiguo maestro, el obispo Indaburu. Continuó ampliando con avidez sus conocimientos de lenguas antiguas y modernas.
Entre la ciencia, la política y la aventura
Su trayectoria como político comenzó como diputado opositor al gobierno de Andrés de Santa Cruz. El doctor en literatura pasó a ejercer sus conocimientos en ingeniería en las minas de Corocoro, explotando las primeras vetas, pero el auge cuprífero en esa región aún tardaría. Luego se iría a enfrentar el estilo de gobierno del presidente José Ballivián, por lo que tuvo que abandonar el país para adentrarse en las selvas del norte peruano, donde se dedicó a la explotación de la quina, de gran demanda en ese tiempo contra la malaria, redescubriendo la especie quina kallisaya, la misma que en 1648 la condesa de Chinchón hiciera conocer por sus efectos medicinales. Tampoco allí tuvo el éxito que esperaba.
Siguiendo su espíritu de aventura, se trasladó a California en plena fiebre del oro. Allí fundó en 1845 un periódico comercial redactado en cuatro idiomas, que lo hizo millonario. Sus utilidades fueron invertidas en la construcción de casas de madera que se fabricaban en Nueva York La prosperidad alcanzada se enfrentó a un factor ajeno a la política: un voraz incendio redujo a cenizas todo el capital que había reunido. Pasó a México donde fundó otro diario junto a periodistas de buen espíritu, pero el clima de la dictadura del General Santana hizo inviable el proyecto.
Eligió, junto a un joven pastor protestante, una nueva ruta embarcándose hacia Australia con la idea de probar fortuna en la comercialización de las fibras del ganado ovino. Apenas llegaron, su acompañante enfermó y murió. Muy lejos de su patria, tuvo que aceptar tareas de cargador en los puertos y de barrendero de las calles.
Regresó al país cinco años más tarde, en 1856, ingresando por el puerto de Valparaíso. Su pueblo natal, Sorata, lo postuló como diputado, se integró al parlamento convocado por el presidente Córdova, siendo elegido presidente de la Asamblea, pero estalló la revolución del rojismo que encumbró al dictador civil José María Linares, y Villamil, perseguido por los panfletos que redactaba contra esa dictadura, fiel a sus ideales democráticos, tuvo que refugiarse en Arequipa, donde escribió en 1858 Juicio a la Revolución de Linares. Retornó al país en 1861 para fundar el diario La Bandera Tricolor, publicación importante para el estudio de los problemas e ideas en la Bolivia de mediados del siglo XIX.
Continuó, en su afán aventurero, buscando fortuna allí donde su padre lograra muchos réditos, en las minas auríferas de Tipuani. Tampoco tuvo suerte en el empeño. Para entonces ya había transuntado los 60 años.
Su último viajo al exterior lo realizó como comisionado en la demarcación de límites con el Brasil, fijando posteriormente su residencia en Río de Janeiro. Fundó allí la Sociedad de Antropología y fue considerado como un sabio. Para entonces, ya había desarrollado una serie de trabajos que buscaban demostrar que la lengua original y perfecta era el aymara, situando el paraíso edénico en su natal Sorata.
Por su erudición y notable dominio de 22 idiomas y conocimiento suficiente de otros once, el doctor Nicolás Acosta, en el prólogo de su libro La lengua de Adán y el Hombre de Tiwanaku, lo denominó como “mega políglota”.
Pero este libro, el único que se conoce de este prolífico estudioso sobre el aymara como lengua madre, es apenas la síntesis de una serie de 16 volúmenes que salieron de su pluma. Sólo se salvó esta síntesis, publicada en 1888, pues todo el resto se perdió en el incendio del Palacio de Gobierno que se produjo en 1875, junto a muchos otros escritos originales enviados por sus autores en espera de su publicación. La versión original de este texto también se encuentra afectada en ciertos pasajes por efecto de la voracidad de los roedores.
En junio de 1876, enfermo y agobiado por la pobreza, luego de sus infructuosos intentos de publicar su obra mediante cartas a los gobiernos de Bolivia, Perú y Brasil, Villamil de Rada escribiría a su protector, el Barón de Cabo Frío: "a la edad tan avanzada de 72 años, no es extraño que se me haya hecho incierta e insegura la vida. Me falta ya el calor de ella...". Se despediría luego de otros pocos amigos, encargándoles sus manuscritos. Meses después, una hermosa tarde de octubre, caminaría hacía un muelle de la bahía de Río de Janeiro y se lanzada al mar, cerrando así su intensa vida donde se conjugan su azaroso andar político, distintos emprendimientos, su inquebrantable tarea de estudioso y la sugerente huella que dejó su teoría sobre la lengua edénica.
¿Ciencia o ideología telurista?
Según Nicolás Acosta, La Lengua de Adán no era un texto autorizado por Villamil para su publicación, sino una síntesis esquemática de toda su obra y guía de proyectos de investigación.
En una breve publicación de 1970, el ahora presidente de la Academia Boliviana de la Lengua, Mario Frías Infante, cuestiona las bases que sustentan las afirmaciones de Villamil de Rada, especialmente por haberse sustentado en planteamientos teóricos ya superados, entre ellos los de Max Müller, lingüista al que recurre Villamil con frecuencia, sobre todo en relación al elemento morfológico que guía sus apreciaciones filológicas.
Acosta, en cambio, ha ponderado los profundos conocimientos históricos, filosóficos y lingüísticos de nuestro personaje y la honda significación nacionalista de Villamil, quien inició los estudios sobre la primitividad americana y buscó demostrar que el antigua lengua de América.
El notable periodista Gustavo Adolfo Otero en el prólogo de una edición posterior de La Lengua de Adán, concluye: puede establecerse que Villamil de Rada era un hombre de ciencia que conocía en sus tres dimensiones la materia que trataba y que sus teorías reposaban sobre una arquitectura de sólida firmeza, de tal suerte que hoy queda, pues, la posibilidad de probar la existencia de una lengua matriz con raíces en las lenguas indo-germanas, hebraicas y sanscritas. Esa lengua troncal, ¿no será la lengua aymara, señalada como lengua de Adán por Villamil de Rada?”
El eminente crítico literario Luis H. Antezana, en un ensayo sobre la referida obra, escribió: “estudiando el aymara a profundidad, don Emeterio habría efectivamente descubierto, por ejemplo, algunas unidades verbales y conceptuales, algunas 'raíces' como él las llama, realmente comunes a todos los idiomas humanos y eso, seguramente, vale la pena, aunque sólo sea para confirmar otros análisis afines, pues, ese tipo de investigaciones aún no ha acabado.
Mauricio Souza, comparativo entre Villamil de Rada Ricardo Jaimes Freyre, se ensayo "¿cómo Villamil, un hombre de acción, un incansable empresario responsable por decenas de proyectos y negocios, pasó los últimos años de su vida dedicado a construir una ilusa versión filológica del Génesis?," para luego paradoja existe sólo para aquellos que ignoran que Villamil sospechó, a su manera, de que el éxito de la modernización en Bolivia dependía de lo que Gramsci llamó 'reforma intelectual': nuestro desarrollo, —escribe—, requiere que se reconozca que aunque toda otra nación puede ser superior en otros dones y ventajas, Bolivia posee una, tan incomparable y suprema, tan incomunicable, que constituye su título de dignidad: de ser el teatro de la creación del hombre y de la maternidad de todos los pueblos de la tierra!
finalmente, el ingeniero Iván Guzmán de Rojas, creador del sistema de traducción multilingüe Atamiri, que tiene como base o núcleo el idioma aymara, considera que 'la vida y obra de Don Emeterio Villamil de Rada representa el inicio de la investigación científica del idioma aymara. Sus ideas dejan esbozado un esquema maestro lleno de pautas sobre las direcciones por donde proseguir en dio que sigue llena una corriente de estudio que sigue llena de vitalidad sin Perder fuerza a través de los siglos. El desafío está Planteado”.
Nacido en Sorata, Villamil tuvo corno lengua madre el castellano y el aymara. Es altamente Probable, Por tanto, que su capacidad para dominar más de veinte idiomas y conocer medianamente otros once se deba -además de su talento innato— a su conocimiento del aymara, al que consideraba como lengua “perfecta”. Cabe resaltar también que, dado que él creía que la raza primigenia se había originado en Sorata, profesaba un culto a lo indígena, el mismo que un siglo más tarde asumiría Franz Tamayo en su Creación de la Pedagogía Nacional.
Emeterio Villamil de Rada es un fascinante ejemplo del boliviano en el que concurren varias pasiones: el conocimiento, la vida política, la aventura emprendedora, las lenguas del mundo y el aymara como "madre" de éstas. Es acaso el más destacable ejemplo del hijo de la patria que se hace a la mar en busca del mundo, retorna otras tantas veces a su patria e incide en la vida nacional en medio de la azarosa vida política, se va nuevamente y vuelve, por tierra o por mar, luego de exilios, aventuras, éxitos e infortunios, para finalmente, echarse al mar después de que el fuego consumiera lo más importante de su existencia.
Acaso resulte necesario precisar que, en ese tiempo, Bolivia era un país con mar. . .// H.F.L.
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