Una de las prioridades del gobierno que presidía el malogrado dignatario de Estado, mayor Gualberto Villarroel, en la década del 40 del siglo pasado, fue fomentar la educación básica, en particular, a fin de que llegue a todos los rincones de la geografía nacional.
Ello sucedía hace más de 70 años. El propósito gubernamental fue, quizá, atenuar, de manera decisiva, el analfabetismo que se manifestaba, entonces, con índices alarmantes, según reitera la historia.
Ese ideal político se hizo patente en las medidas revolucionarias que, en consulta con la Convención Nacional, asumió su corto gobierno, a favor de los niños y jóvenes estudiosos. Posiblemente buscando la igualdad social, mediante una debida formación moral e intelectual, de las nuevas generaciones. Y con el convencimiento de que el protagonista de la historia siempre fue el pueblo.
No fue un gobierno, el de Gualberto Villarroel, indiferente ante las aspiraciones y los sueños de la gente joven, que surgía en la búsqueda de tiempos promisorios, que signifiquen mejores condiciones de vida, para sobrevivir dignamente. Y con múltiples oportunidades que le permita salir adelante.
En este contexto, Villarroel determinó la creación de unidades educativas a nivel secundario. Asimismo escuelas rurales mixtas. Se destinó presupuestos para la refacción y ampliación de las unidades escolares fronterizas. Se incrementó fondos para la construcción de infraestructuras de enseñanza básica. Se determinó la transferencia de terrenos de la testamentaría de Daniel Sánchez Bustamante para la edificación de escuelas indigenales. La cesión de terrenos del Estado a escuelas fiscales y núcleos indigenales. La entrega de los fondos nacionales, revertidos al Tesoro Nacional, para la construcción de colegios. Y así por el estilo. Ahora es otra cosa que se haya cumplido o no este proyecto, ante el trágico deceso del mencionado mandatario. De este modo gobernó Villarroel, sin incurrir en alarde alguno.
Es un hecho que se inscribe antes de la revolución nacional de 1952. Y de aquella reforma educativa que se adoptó, posterior a esta histórica insurrección popular. Una inquietud política que abrió anchos y profundos surcos en el proceso de las conquistas sociales.
El gobierno de Villarroel buscaba el cambio, pero no fue comprendido por las fuerzas del retroceso, tanto de la derecha como de la izquierda. Ellas colgaron en el “farol” de la plaza Murillo a un máximo exponente. De veras que la idiosincrasia de los pueblos difiere. Unos honran a sus gobernantes, pese a sus errores garrafales. Otros los asesinaron, salvajemente, sin tomar en cuenta su voluntad política de servicio, incondicional, a la Patria y al pueblo.
En suma: he ahí la contribución del gobierno de Villarroel a la superación del hombre boliviano.// Severo Cruz - El Diario
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