La responsabilidad es un valor que acompaña a todos a lo largo de la vida. Por ello, es importante transmitirla y fomentarla desde temprana edad para que uno pueda desenvolverse adecuadamente dentro de la sociedad.
“Las responsabilidades son básicas y necesarias para un buen desarrollo emocional e intelectual del niño”, comenta la psicóloga Ximena Calatayud.
“Cuando potenciamos el valor de la responsabilidad, estimulamos la autonomía y, con ella, el sentimiento de orgullo personal al ver que son capaces de hacer cosas por sí mismos, lo cual incrementa su autoestima”, explica Calatayud.
La profesional señala que cuando los niños no son responsables ni autónomos es porque están acostumbrados a que sus padres u otras personas (abuelos, niñeras) les hagan las cosas o les resuelvan sus problemas, generando niños dependientes y demandantes, sin tiempos de espera y con escasa o nula tolerancia a la frustración.
La sobreprotección de los padres hacia los niños impide que ellos sean autónomos y responsables.
“Los padres deben saber que sobreproteger no es amar, porque el mensaje implícito en la sobreprotección es: ‘Tú no puedes, por eso yo hago las cosas por ti’. Este mensaje afecta a la autoestima del niño y del adolescente. Lamentablemente, se arrastra a lo largo de la vida y, por ello, vemos adultos inseguros que tienen dificultad hasta para tomar decisiones personales”, explica Isabel Calatayud, psicóloga educativa.
La especialista comenta que, en primaria, un niño con dificultades para conducirse solo puede dejar de copiar los deberes o trabajar en aula cuando no hay una supervisión cercana.
A nivel académico, el que no sean responsables o autónomos ocasiona dificultades de diversos grados, desde no realizar los deberes hasta perder el año escolar. Un motivo más para fomentar la autonomía y responsabilidad en los hijos.
Entérese de algunos consejos que ayudarán a potenciar estas habilidades. Para ello, es importante tener paciencia y constancia, pues uno tiene que guiarlos y encomendarles sus primeras responsabilidades donde habrá acompañamiento y supervisión.
Isabel recalca tomar en cuenta que “a medida que los hijos crecen, sus habilidades, cualidades y valores deben incrementarse”.
1. Predique con el ejemplo
Los niños aprenden imitando a sus padres en primera estancia. “La responsabilidad no se aprende en el discurso que los padres transmiten; se aprende en las actitudes que el niño observa en sus padres”, comenta Isabel.
Explica que ambas figuras parentales deben tomar conciencia de que sus acciones y actitudes conllevan pautas de conducta que los hijos por identificación aprenden a practicar.
2. Establecer normas y límites en el hogar
Normas simples dentro del hogar ayudan en el desarrollo de la responsabilidad. Aunque a veces producen rechazo, éste desaparecerá en la medida que los límites y las normas se integran en un sistema coherente de convivencia.
3. Asígnele tareas de acuerdo con su edad
Dentro de la familia, todos tienen un rol que deben cumplir en función a su edad.
Isabel señala que, desde que el niño tiene comprensión del lenguaje, se le puede enseñar paulatinamente a ser autónomo y también a asumir responsabilidades.
Así —continúa la experta—, en un niño pequeño la autonomía puede estar orientada a que coma solo, aprenda a ir al baño solo, se vista y desvista solo, ordene sus juguetes, que ayude a ordenar su habitación y que ordene su material escolar.
Cuando el niño ya se apropia de la lecto-escritura, se les puede pedir “que se responsabilicen por cuidar su material escolar, apuntar las tareas y hacer sus tareas solo”, explica Isabel.
Señala que, en secundaria, la autonomía del adolescente se tendría que traducir en ejecutar sus tareas y cumplir con sus obligaciones académicas con poca supervisión.
Es recomendable asignar las tareas claramente y explicarles la importancia que tiene que lo hagan, así lo entenderán mucho mejor.
4. Si ve que no puede, no lo haga por él, ayúdelo
No se responsabilice por las tareas que él debe cumplir. Puede ayudarlo, pero no deje que se desentienda de ellas. Pregúntele qué es lo que se le está dificultando y ofrécele algunas alternativas para que lo pueda hacer.
5. Valorar sus esfuerzos y logros
“Las palabras de aliento, felicitaciones y valoraciones de lo realizado son el mejor estimulo”, asevera Ximena. “Es bueno y saludable para el niño”, acota.
6. No cumplir con las responsabilidades tiene que tener consecuencias
Habrá algunas ocasiones en las que, por alguna razón, no lleve a cabo una de las actividades asignadas. Si esto sucede, tendrá que hacerle ver que eso no estuvo bien y explicarle claramente que tendrá que asumir las consecuencias.
Ximena señala que se debe educar en función a consecuencias, “ya que eso le hará consciente de que es responsable de sus actos y de sus consecuencias”, dice.
En el ejemplo del niño no hizo la tarea, “tengo que hacerle notar que el dejar de hacer la tarea le genera consecuencias como no ir a jugar, no ver la tele, no salir”, señala Ximena.
Recalca que se debe hacer entender que no es porque la mamá sea la mala que le priva de esas cosas, sino porque él no hizo la tarea, y que, cuando esté hecha —que eso sólo depende de él—, podrá hacer ir a jugar, ver tele u otra actividad.
Isabel comenta que con esto “aprenden a ser responsables no sólo con ellos mismos, sino también con las decisiones que comprometen a otros, aprenden a convivir con el semejante”.// Los Tiempos
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