La Larga Noche de Museos de este año (mayo) será especial. Por primera vez el público podrá conocer cómo eran los rasgos faciales de los tiwanacotas, gracias a un proyecto de arqueología forense con tecnología 3D impulsado por el Ministerio de Culturas.
Los tres modelos están listos. Se trata de un niño de dos años de edad y de dos adultos de entre 25 y 42. Estos cráneos, junto con otros 150, fueron otorgados para su investigación por el Centro de Investigaciones Arqueológicas, Antropológicas y de Administración de Tiwanaku (CIAAAT), una entidad gubernamental.
El proceso de reconstrucción de cada resto craneal dura dos meses y es la aplicación práctica de la investigación científica denominada Identificación Antropológica Forense - Estudio Cronométrico y Reconstrucción Facial (Colección - Tiwanaku), liderada por Luis Castedo, el único arqueólogo forense boliviano, quien fue contratado por el Ministerio de Culturas y Turismo para este proyecto que comenzó en 2015.
Castedo explica que el procedimiento de reconstrucción del rostro tiwanacota se divide en dos grandes etapas. La primera, denominada “reconstrucción”, comienza con “un estudio cronométrico en el que se van sacando las medidas de cada cráneo y los índices faciales que pueden estar acompañados por una tomografía axial de los cráneos”.
Posteriormente, el proceso continúa con la “aplicación de goma látex en su forma líquida, sobre los cráneos, para replicar los mismos en yeso cerámico y realizar la reconstrucción facial aproximada”, añade.
A la goma látex se le adhiere gasa quirúrgica para darle rigidez al molde. Se espera a temperatura ambiente unas seis horas, aproximadamente, para retirar la capa.
Concluida esta instancia es que se pasa a la siguiente etapa, denominada “modelado”, que comienza con la ubicación de puntos craneométricos.
“Estos puntos sirven de referencia para realizar estudios comparativos de las características craneales entre distintas razas. También utilizamos tablas blandas con rasgos de la población mexicana y peruana, que son los más similares a los nuestros”, detalla Castedo, mostrando un cráneo en sus manos.
Se continúa con el colocado de arcilla del tejido muscular para darle forma y densidad al rostro y, finalmente, se realiza el modelado de los rasgos faciales con arcilla. “Se colocan las marcas o señales en base a los puntos cronométricos, teniendo en cuenta los grosores específicos para cada punto. Luego se elaboran tiras de cerámica, que se van poniendo entre estos puntos, y así se va formando las capas de piel que determinarán el rostro del individuo”.
Además, dice Castedo, “hay que tener en cuenta las características de los músculos, los rasgos de la edad aproximada, sexo y filiación racial, para dar un tipo de apariencia determinada” a cada ejemplar craneal tiwanacota. El arqueólogo señala que uno de los desafíos es el aspecto económico, pues él es el único experto contratado que se encarga de realizar todo el proceso de reconstrucción, por lo cual resulta difícil agilizarlo.
“Para tratar de solucionar este problema es que decidimos enfocarnos en la reconstrucción del resto de cráneos (más de 150) de forma digital”, precisa Castedo.
Si bien el proceso digital supone una rebaja económica durante el proceso, el tiempo de dos meses que se invierte en la reconstrucción de cada cráneo no cambia.
“Los rasgos fisionómicos de los rostros tienen un 97% de aproximación al rostro real, el 3% restante corresponde a los ojos y la forma de los pabellones auditivos, que no se pueden determinar desde los cráneos”, explica Castedo.
Las características que destacan en los ejemplares tiwanacotas son la prominencia de los pómulos, la nariz gruesa, la quijada y las cejas con proyección hacia adelante, la frente con inclinación hacia atrás y, particularmente, la deformación que presentan en la parte posterior de la cabeza.
“Estas deformaciones, algunas alargadas hacia atrás y otras hacia arriba, buscaban diferenciar a las castas sociales tiwanacotas. La deformación craneal se hacía desde los seis meses de edad, mediante amarros o tablas que se ajustaban cada cuatro o seis meses”, amplía el antropólogo.
Sobre las deformaciones en los cráneos, Castedo indica que éstos pertenecían a personas de una clase social dominante dentro de esa cultura que duró desde 1580 a.C. hasta 1172 d.C., según el estudioso Arturo Posnansky, quien creía que Tiwanaku fue la cuna del hombre americano.
Castedo Zapata es el único boliviano especializado en esta área, con estudios internacionales y prácticas que realizó desde su juventud. Él manifiesta que lo que más le apasionó de su carrera fue la posibilidad de “ayudar, tanto a nivel científico como legal, al reconocimiento de los restos humanos”. Esto permite determinar la edad, sexo o filiación racial, desde un resto antiguo hasta uno actual, entre otros descubrimientos.
Los tres rostros tiwanacotas podrán ser apreciados en el Museo Nacional de Arqueología (calle Tiwanaku y Federico Zuazo) en la Larga Noche de Museos (19 de mayo) en la exposición denominada Rostros del pasado y se prolongará por tres meses. (07/04/2018)// La Razón
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