Wallake no solo es un caldo de pescado del altiplano. Desde hace cuatro años es también el nombre de un híbrido, mezcla de mimo y de clown, quien al despuntar la noche hace de las suyas y arranca carcajadas a la gente que se sienta en las gradas en uno de los costados de la plaza San Francisco de La Paz, el que colinda con la calle Sagárnaga.
Por las noches, este mimo-payaso viste con un overol negro -adornado con algo similar a unas escarapelas de colores-, una polera gris y un lluchu (gorro) de lana multicolor. Por el día, cuando se quita el uniforme, se convierte en Julio César Paredes. Sin embargo, a él le gusta más ser Wallake.
Con el rostro blanqueado, una nariz de payaso y una especie de pito con el que se comunica con la gente, este personaje "se ha hecho querer” con el público que cada noche se distrae observando sus travesuras. "No perdona a los peatones”, dice su amigo Wálter, un vendedor de algodones de azúcar mientras observa el espectáculo.
En efecto, a los peatones les remeda en su caminar, a las dulceras les urga la mercadería o simula que usa uno de sus teléfonos, mientras que a los choferes del transporte público, que deben hacer malabares para pasar por esa calle cuando el mimo está actuando, les hace tocar la bocina. También juega con los extranjeros que transitan a diario por esa calle turística. Dependiendo de la nacionalidad, por ejemplo, a los asiáticos les hace jugar al kun-fu.
Quienes se sientan en las gradas para ver esas cosas esperan a que el mimo les dé la señal con el pito. Éstos en respuesta le regalan unos aplausos. Así comienza el juego. "De alguna forma quería que la gente sienta un sonido familiar, Por eso elegí el pito para comunicarme con ellos”, explica. Ese instrumento también le sirve para silbar el ritmo de alguna morenada o de un auqui auqui. "Me gusta hacer sonidos que a la gente se le haga familiar”.
Sus travesuras, por lo general, son bien recibidas por la gente, que generosa le regala unas monedas, aunque hace unas semanas casi le meten en problemas con un policía y con miembros de la Guardia Municipal, quienes intentaron desalojarlo ante la mirada impotente de los espectadores, quienes atinaron a grabar la agresión y subirla a manera de denuncia a las redes sociales. "No es fácil trabajar en la calle, menos si eres artista”, dice Wallake, que adelanta: "Me quedaré en San Francisco hasta que mi cuerpo ya no pueda más”.
Mimo de vocación
Julio César es juguetón. Cuenta que desde siempre le atraía la idea de hacer algo por la gente. Le seducía la posibilidad de transformar situaciones hasta que quedó seducido por el trabajo del mimo francés Marcel Marecau, aunque no era exactamente lo que él quería hacer.
"Revisando perfiles artísticos y tratando de crear algo nuevo, surgió la idea de un mimo-payaso, al cual he querido darle vida y he bautizado con el nombre de Wallake”, recuerda Julio César, que aclara que el nombre le llegó un año después de estar en las calles.
"Me gusta como suena la palabra Wallake. Es un plato típico paceño que lo hacen en el lago Titicaca, que para mí es muy representativo”, dice Julio César, que con su personaje buscó darle vida y cambiarle el sentido a esta palabra que hasta hace un tiempo nos remitía únicamente al caldo de pescado.
Para Julio César el primer día en la calle Sagárnaga fue el mejor de su vida. "Tenía un poco de miedo, pero, de alguna forma, ese temor me ayudó a poder conectarme con la gente. De ese día me acuerdo que habían pocas personas que se pararon a mirar”. No se sabía muchos chistes, recién agarraba el ritmo de la calle, de la gente y del cotidiano paceño en la caótica San Francisco. "Para mí ha sido el mejor día porque es el que más he sentido y vivido”.
Con los meses, este joven de 25 años se dio cuenta que la chispa no era suficiente. De ahí que buscó pulir sus intervenciones en la calle. Fue así que se fue a capacitar al exterior. "Me fui a Valparaíso (Chile), donde estuve entrenándome tres meses en la Carpa Azul, un circo muy famoso, y en otro centro cultural ubicado en una excárcel con el mimo Tuga. También fui a Perú y también a Ecuador”.
San Francisco, un potencial escenario
San Francisco es el principal punto de encuentro de la urbe paceña. Según datos del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, allí a lo largo del día se congregan cerca de 10.000 personas, entre transeúntes que pasan por el lugar, comerciantes, lustrabotas y artistas callejeros, como músicos, cómicos y mimos, que se asientan en la plaza.
"Hay un potencial público aquí. Son personas de todo lado”, asegura Julio César, que prefiere mucho más la calle como escenario que un teatro cerrado. "El teatro nació en la calle, desde que pasó a espacios cerrados se ha vuelto como algo más privado... Para mí es mejor el espacio público. Ahí tenemos más libertad y experimentamos cosas distintas cada día”.
Cerca de la esquina donde el mimo interviene con su espectáculo, por las tardes toca un grupo de cumbia colombiana rodeado de un grupo pequeño de gente. "Los músicos están desde temprano porque saben que cuando llega el Wallake la gente se pone a reír con él y ya no les hacen caso”, dice Marina, mientras observa de lejos a los artistas. Ella es una vendedora de maní, plátanos fritos y tostados que cada día recorre con su carro la plaza para vender su mercadería. Al centro de San Francisco hay un grupo de cómicos que también ha hecho de esta plaza su escenario.
"Es un humor popular, pero lamentablemente son gente que hace chistes con malas palabras... No creo que eso pueda llamarse arte”, comenta Claudia Mendoza, de la oficina de Tráfico y Vialidad del Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, que adelanta que desde esa oficina impulsarán una norma que regule a los artistas callejeros de la Hoyada.
Desde esa oficina saben de la potencialidad que tiene la plaza mayor, como también se la conoce, como escenario. "Cada 15 de julio, cuando se desarrolla la verbena paceña, estimamos que hay cerca de 55.000 espectadores”, explica Marc Dumchen, director de Fomento a la Producción Artística de la Alcaldía paceña.
Trabajar en la calle
Son las 18:00 del viernes 6 de enero. No hay rastros del mimo. Ha pasado poco más de una semana desde que los guardias intentaron desalojarlo. "Ya ha vuelto. No estaba viniendo”, dice doña Margarita, una vendedora de dulces que presenció el desalojo desde su quiosco. "Todo ha sido culpa de la gente. El policía quería poner orden. La gente se pone a ver en la misma avenida, se puede hacer atropellar”, reclama. Unos pasos más abajo del quiosco de doña Margarita está el de doña Julia, una librecambista que también presenció el incidente. "El policía se portó muy abusivo con el mimo. Le han pegado, le han empujoneado, pero él no se ha dejado”.
Margarita dice que Wallake tiene su competencia, otro mimo, el Garo. "Dice que ese día que los guardias le han intentado desalohar se ha hecho al loco. Le ha dejado solito”.
Para Wallake trabajar en la calle es cada día una experiencia, aunque últimamente anda preocupado por el incidente con los guardias. "Llevo cuatro años intentando conseguir un permiso para garantizar mi trabajo, pero desde la Subalcaldía Centro no me lo quieren dar, no se de qué depende”.
Desde esa oficina, Ricardo Humérez explica que a la fecha sólo emitió un permiso en San Francisco, "a un grupo de cómicos que cada día trabaja en la plaza. El mimo, al menos en 2016, no ha venido a solicitar permiso”, dice, Y cómo no, si la última vez que intentó sacar el documento le dijeron que debía pagar por metro cuadrado y que debía impuestos por más de un año de trabajo que en la plaza. "Ya no he vuelto. Sería bueno que regulen el trabajo de los artistas de la calle”, dice Julio César.
Como fuera, salvo en época de lluvia, el mimo asegura su permanencia en San Francisco. El lugar que le vio nacer y donde quiere jubilarse.
// Página Siete
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