Daniel Soliz Cronembold nació en Santa Cruz en 1985 y, a sus 30 años, tuvo que retornar a las aulas del colegio para obtener su título de bachiller. Estudió comunicación social y hoy está escribiendo un libro, en una línea crítica y cómica, acerca de su retorno al colegio, comprobando que el sistema educativo no ha cambiado, pero sí las generaciones.
El año pasado volvió a cursar tercero de secundaria en el colegio Americano, porque en 2000 regresó de un viaje a medio año y se inscribió extemporáneamente. En ese entonces, primero estuvo en un establecimiento del sistema norteamericano y luego fue cambiado a otro, por ende, le emitieron dos libretas escolares, lo que más adelante le complicaría la existencia.
Para Soliz, no fue fácil retornar a las aulas. "Me siento avergonzado con 30 años y un recorrido laboral , pero decidí verle el lado cómico a esto”, dice a tiempo de recalcar que tenía que cumplir con esa obligación burocrática.
Un día gritó en su Facebook: "Tengo 30 y he vuelto al colegio”. "La manera en que lo relaté fue muy cómica. Las reacciones de mis amigos y contactos fueron variadas: "buena suerte”, decían algunos; pero hubo otros más burlescos, como: "cuidado, vas a ir a fiestas de 15 años”, o: "cuidado estés conquistando”, "no seas mata wawas”, "no seas pervertido”, recuerda.
"Yo decidí ver el lado cómico al asunto porque no estaba tan malo después de todo. Tuve una experiencia que realmente muy pocos tienen el privilegio (o la mala suerte de tener), yo quise verlo como el privilegio y le saqué todo el provecho, de poder charlar con una generación diferente, por volver a ver cosas que había visto antes en colegio; ha sido bueno”, cuenta.
Este "adulto-colegial” tuvo la oportunidad de conocer a otra generación, lo que le permitió darse cuenta que sus contemporáneos y los jóvenes de la actualidad se sienten incomprendidos por el mundo, las autoridades, los adultos, la educación, los padres y el sistema en general.
"En el Seduca me dijeron que no es legal entrar al colegio a medio año, pero ese entonces (año 2000) yo era menor de edad y mis padres eran los que decidían mi destino de residencia”, dice Daniel, todavía molesto por todo lo que tuvo que pasar para obtener un título de bachiller que permite a todos los ciudadanos acceder a beneficios para el desarrollo profesional.
La solución pasaba por retomar las materias de tercero de secundaria, dar exámenes en aula y pagar 3.000 bolivianos. El Seduca le asignó el colegio y así comenzó una etapa sui generis en su vida.
LAS GENERACIONES "Y” y "Z”
Esta singular experiencia le permitió comparar a dos generaciones, la "Y” y la "Z”, que coinciden en el cuestionamiento al sistema educativo boliviano por su falta de innovación, atracción y motivación.
La "generación Y” nació entre 1980 y 2000, llamada también "millenials”, se caracteriza por ser individualista, con altas expectativas, se adapta fácilmente al cambio. Los nacidos entre estos años son ambiciosos, quieren todo a la vez. Pretenden dejar una huella y cambiar al mundo. No quieren trabajar sólo por generar dinero, sino por disfrutar y crear experiencias. Daniel Soliz se identifica con ésta.
La "generación Z”, a la que corresponde los nuevos compañeros de Daniel, nació entre los años 1990 y 2000. Está acostumbrada a las interacciones sociales mediante medios virtuales y está menos involucrada en las interacciones sociales reales, las cuales en la práctica representan un desafío para muchos. A esta "generación Z” también se le llama iGen y generación net.
Son muy impacientes, dado que ellos esperan resultados inmediatos. Internet siempre estuvo ahí para ellos y eso simplemente lo dan por hecho. Ellos lo consideran el mayor instrumento para la humanidad.
Sus medios de comunicación utilizados principalmente son redes sociales y se relacionan a través de comunidades en línea como Facebook, Instagram, Twitter, Google+, Flickr, Tumblr, WhatsApp, Snapchat y YouTube.
Después de esta descripción de dos generaciones, Soliz considera que las autoridades de educación deberían evaluar si la enseñanza va de la mano con las expectativas y demandas de la generación Z, que es la que hoy en día está ocupando las aulas de establecimientos educativos públicos y privados del país.
Por ejemplo, sería enriquecedor que los estudiantes reciban una clase interactiva con medios tecnológicos y presentaciones multimedia, donde los temas se internalicen con mayor capacidad de retención. Ellos deberían ser los actores principales de una mayor investigación de campo e innovación en la forma de exposiciones de sus trabajos.
Daniel no sufrió acoso escolar, o bullying, pero no faltó alguno que le puso alguna zancadilla. "Fui testigo del ciberbullying en las redes sociales, pues es muy común que se mofen de las personas a través de montajes y post cómicos que se filtran entre los contactos y causan desagrado al afectado”, cuenta.
Otro rasgo peculiar que notó Daniel entre sus compañeros es que muchos pueden ser autodidactas; aprenden a desarrollar sus talentos y destrezas por medio de YouTube. "Escuché varios casos de jóvenes que están formándose por su cuenta, por ejemplo, en mecánica automotriz o repostería”, señala.
En su crítica al sistema educativo, Soliz sostiene que "hay materias que realmente están de más o que no tienen alguna utilidad práctica. El único argumento con el que se sostienen sería el de llamada cultura general, o sea que tenemos que saber esto por cultura general. Pero creo que hasta eso es cuestionable. Cada quien es culto a su manera. No quiere decir cultura general que todos debamos saber las mismas cosas. En mi caso concretamente, siempre he sido crítico de las ciencias exactas, es decir, no dudo de que tengan su utilidad, pero creo que todos desde muy pequeños saben cuál es su inclinación o a qué quisieran dedicarse”.
"Todos somos genios. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un idiota”, es una frase de Albert Einstein que Daniel toma para ejemplificar cuando se juzga a un estudiante por no saber matemáticas u otras materias, y que el sistema los etiqueta erróneamente.
"Hoy está más marcada la forma de pensar de las nuevas generaciones. Se sienten incomprendidos, por tener alguna forma de pensar, por tener algunos deseos, algunas ideas consideradas tal vez locas”, dice.
VÍA CRUCIS BUROCRÁTICO
Soliz cursó el tercero de secundaria en un colegio de convenio, en el turno de la tarde, establecimiento que lo acogió para que se nivele y pueda resolver su situación, conseguir el título de bachiller y poder realizar los trámites para obtener su título profesional.
El artículo 9 de la resolución ministerial de educación indica que el periodo de inscripción tiene una fecha de cierre determinada en la respectiva gestión, por ende, cualquier ingreso extemporáneo debía ser solicitado y justificado de manera escrita por el padre de familia o tutor del estudiante y autorizados por el Director Distrital de Educación (DDE). Es en efecto este artículo el que invalida la duplicidad de libretas obtenidas por Daniel entre los años 1999 y 2000.
Habiendo ya terminado de cursar tercero de secundaria, el problema burocrático de Daniel continua, pues sigue esperando la emisión de la libreta invalidada, ya que, según cuenta, todos los trámites efectuados en la instancia pertinente se caracterizaron por la desinformación y burocracia.
Según cuenta, hubo hasta pérdidas de documentos importantes por parte de los funcionarios, situación que provoca un retraso en el papeleo. Ha llegado a esperar hasta un mes para la firma de documentos.
Después de haber pasado un año extra en el colegio, los planes de Daniel se ven estancados, pues aún no
puede obtener la licenciatura en comunicación debido a la demora en los procesos administrativos.
Indica que afortunadamente esto no genera un impacto en su vida, económicamente hablando, ya que cuenta con solvencia proveniente de proyectos propios. No obstante, critica la burocracia interna del DDE, pues existen personas cuyo futuro depende de la dinámica de ésta, la cual se presenta como una traba para su actividad.
Para confirmar la complejidad en los trámites de la DDE, se intentó tomar contacto con las autoridades representantes de la institución, sin embargo, no atendieron la solicitud.
Para cambiar la sociedad
Daniel Soliz recomienda a las autoridades "que se sienten y replanteen la educación y la adecúen a los tiempos actuales con cosas más prácticas, que les sea de utilidad a los estudiantes, porque de nada sirve solo acumular información, por cultura general o por decir que eres ‘educado’. La educación no significa domesticar o adoctrinar, no significa que todos debamos saber lo mismo”.
"La burocracia es el arte de convertir lo simple en difícil, a través de lo inútil”, agrega.
A los profesores del país les dirige este mensaje: "Les puedo decir que si tienen ideas innovadoras, no callen, háganse escuchar, rebélense. Siempre recuerdo a los profesores que han sido espontáneos y se han salido del plan de clases. Las recuerdo como las mejores, porque filosofábamos sobre la vida, tal vez un poco nada que ver con el contenido de la materia, pero si me he llevado cosas muy valiosas de aquellos maestros que se salieron del guión por compartirnos su experiencia de vida”.
"Y a los padres les diría que sé que hay mucha gente que quiere un cambio, pero están esperando que el cambio venga desde afuera, están esperando que el ministerio de Educación diga algo, pero eso no va a pasar. Si queremos un cambio, que empiece desde cada uno de nosotros, porque si el sistema educativo esta así, es porque nosotros lo permitimos también”, asegura.
La moraleja que se puede sacar de esta historia es que en el país la burocracia es una realidad latente. El papeleo y la falta de información en muchas instituciones es evidente y amerita una autocrítica constructiva del aparato estatal, sobre los procesos administrativos que cada día el ciudadano tiene que realizar para un fin específico.
Se requieren cambios para facilitar la vida y ayudar a que la gente no tenga miedo acudir a realizar un trámite Esta una nueva era donde las generaciones de jóvenes piensan diferente que hace 20 o 30 años atrás y necesita un sistema educativo que innove su forma de enseñanza, donde el estudiante sea más proactivo y un agente más investigador y acucioso de su realidad.// Página Siete
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