La celebración de Todos Santos es el resultado de una
negociación entre los pueblos andinos y las autoridades católicas. En esa
negociación los aymaras cedieron y aceptaron no sacar más a los muertos para
celebrar con ellos, pero no renunciaron del todo y los sustituyeron con las
actuales tantawawas (símbolos del difunto hechos de pan).
El sociólogo David Mendoza explica que la concepción, los
significados, los rituales, la religiosidad y la cultura respecto de la relación
vida-muerte es amplia. La angustia de los seres humanos por la muerte los ha
llevado a distintos derroteros. En el mundo andino prehispánico hay una
concepción de la muerte ligada a un paso hacia un mundo donde también se puede
habitar. Mendoza dice que ese paso estaba intermediado por el estatus social: si
eras el soberano, un guerrero o un sacerdote tenías, en cada caso, un diferente
ritual para encontrarte con la muerte.
¿Entonces cuál es esa concepción de la muerte? “Desde
Tiahuanacu el cuerpo, como materia, y el espíritu no desaparecen sino que
permanecen –dice el sociólogo Mendoza. Todo el horizonte cultural, de
Tiahuanacu, Huancarani e incluso los Incas, creía en la existencia de una
trascendencia hacia la otra vida. En algunas etnografías dicen que uno no muere
del todo, sino que es un viaje, en ese viaje se necesita muchos elementos para
caminar hasta ese lugar que muchos llaman Huiñaymarca. Hoy se imaginan otros
lugares que están relacionados con la concepción católica”.
En
la antigüedad los soberanos eran enterrados con su servidumbre porque pensaban
que en la otra vida iban a necesitarla (guerreros, sacerdotes, hijos, esposa),
además existía el sacrificio humano que era como una ofrenda para demandar algo
o aplacar la ira de la montaña. Mendoza explica que en el actual momento
histórico muchas cosas se han mezclado, el Todos Santos que vivimos en la región
occidental del país no es ni andino ni católico: “el pueblo mezcla las cosas,
como estrategia de negociación frente a la dominación colonial”.
La mesa o altar construido en Todos Santos es un intercambio de
dones con las almas o ajayus, según el sociólogo. En la época colonial, el
pueblo sacaba a las chullpas momificadas a pasear y a compartir comida y bebida
con los vivos. Entre la gente del pueblo era natural recibir al visitante por un
momento, que llegaba trayendo lluvia, fertilidad y abundancia.
Mendoza considera que los altares o mesas de Todos Santos
surgieron de un “fuerte adoctrinamiento católico”. Los aymaras cedieron, dejaron
de sacar a los muertos a pasear, pero los representaron en las tantawawas
(personas hechas de pan). “La tantawawa es el símbolo de la persona a la que van
a rendir homenaje –dice. Por eso la ponen en el altar armado en la casa para que
vengan los parientes a visitarte. Hay una relación entre el mundo privado y el
lugar sagrado, dos días es sagrado ese lugar, después se vuelve profano porque
se desarma la mesa y se comen las ofrendas o las destinan a los reciris”.
La afirmación tiene una referencia en un artículo de Fernando
Suárez Saavedra, cuando revisa la edición del periódico El Día de la ciudad de
Sucre, del 21 de febrero de 1893: “Se lleva música del pueblo al cementerio
público, y al son de ella se procede a desenterrar a los muertos. Todas las
mujeres y muchachos asisten al acto, toman cada cual una parte de los restos, y,
en una especie de procesión, los traen al templo. En el atrio hay preparadas
varias mesas decoradas con tules negros, donde colocan diseminados los restos
arrancados de sus fosas en completa dislocación. Y allí el sacerdote, que
autoriza esta bárbara profanación de los restos humanos, completa la fiesta con
sus rezos y demás ceremonias, con las que, después de explotar a los vivos, deja
que vuelvan a llevar al panteón con música e igual algazara que al principio los
repugnantes huesos de los muertos, formando un espectáculo digno de los pueblos
más estúpidos de paganismo”.
Autores como Gerardo Fernández, dice Mendoza, habla de las
“apxatas”, es decir los altares, mientras que otros ven en ellas arquitecturas
parecidas a las torres de las iglesias o similares a los altares dedicados a los
santos católicos (con la imagen central, velas, flores, el crucifijo, etc.).
“Los significados se han ido construyendo, muchos tienen distintas
interpretaciones, la escalera tal vez es la más común pues supone que es para
que las almas bajen y suban, los animales son para que vayan y vuelvan… Muchos
de esos elementos están ligados para mí con el concepto de fertilidad, es una
mesa de abundancia con la que recibes el encuentro de los ajayus”, dice
Mendoza.
El otro aspecto que resalta es la redistribución de los bienes
simbólicos: de la niña que juega con la tantawawa simulando que es su hijo; de
la abundancia que alcanza a muchas personas; de la gente empobrecida que es
beneficiada con esa redistribución.
Referencias: Desenterramientos en Charcas y Bolivia desde la
época prehispánica al siglo XX. Suárez Saavedra, Fernando. En: Estudios
Bolivianos Nº 19. Instituto de Estudios Bolivianos. 2013. La Paz.
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Todos Santos forma parte de un amplio ciclo de rituales en torno a la muerte
Las sociedades humanas han creado rituales para superar
colectivamente la muerte de las personas que marcaron sus vidas. Y la sociedad
andina no es la excepción. Todo un ciclo de rituales en torno a la muerte se
coronan con la fiesta de Todos Santos, una celebración sincrética y que combina
tradiciones andinas y católicas.
La antropóloga, docente universitaria e investigadora Angela
Riveros Pinto ha estudiado estos “Rituales de muerte e identidad de los
migrantes aymaras”. En esta entrevista explica la necesidad de los rituales de
muerte, principalmente beneficiosos para aquellas personas que continúan con
vida y que tienen que superar esas pérdidas.
¿Cuál es la concepción sobre la muerte que tenemos en
esta parte occidental de país?
En general hemos heredado la visión del mundo andino de lo que
es la muerte, vinculada a la religión católica. En la ciudad se ha dado un flujo
de migración hace años, mucha gente aymara vive en La Paz y El Alto, son hijos
de primera o de segunda generación de migrantes, y mantiene estas tradiciones y
concepciones aymaras, vinculadas también a las creencias católicas.
¿Cuáles son esos rasgos o elementos propios que al
parecer son bastante diferentes a aquello que llega por la vía comercial, como
Halloween, donde se ve la muerte como algo de terror?
Tenemos que ver la concepción de vida y muerte, porque cuando
hablamos de muerte se nos plantea elementos de cómo se concibe la vida en las
distintas culturas. En el caso del mundo andino, la concepción es que cuando la
persona fallece es como si fuera a partir de viaje. Hay relatos de que se viaja
por caminos angostos, difíciles, espinosos, para llegar a este lugar donde uno
trabaja mucho, por ejemplo haciendo adobes, otros dicen que barren, otros
cultivan ají u otros productos. En este tiempo (Todos Santos) se supone que
estas almas vienen a visitarnos. En la época prehispánica este momento estaba
vinculado al ciclo agrícola, al tiempo de lluvia. Guamán Poma de Ayala menciona
que en la época prehispánica esta fiesta duraba mucho más tiempo y consistía en
sacar de las tumbas a las personas momificadas, se compartía con ellos, se
tomaba, se bailaba y se cantaba. Con la llegada de los españoles se fusiona esta
fiesta de los difuntos en el mundo andino con la fiesta de Todos Santos de los
católicos. A manera de extirpación de idolatrías se prohibieron las costumbres y
se fusionaron con Todos Santos. En la celebración actual encontramos memorias,
segmentos de esta visión, en la mesa de Todos Santos.
¿En Todos Santos, el 1 de noviembre, es el único
momento en que hacemos rituales a la muerte?
Todos Santos es parte de un amplio ciclo de rituales. Los
rituales de la muerte están presentes en todas las culturas, es necesario hacer
un ritual de la muerte para superar el duelo. Mientras más se reducen o se
resumen los rituales, más difícil es superar nuestros duelos. En el mundo andino
empieza cuando una persona muere, sucede el entierro, el velatorio, las misas,
los ocho días, en las áreas rurales se hace el lavado de ropa a los ocho días.
Se lava la ropa, se la quema, se la pasa por incienso para limpiar, para que la
persona que ha fallecido se lleve las penas. Se celebran misas, vinculadas a la
religión católica, de un mes, de dos meses, de tres meses. Y el cabo de año es
el cierre del ciclo anual, que es cuando sacamos el luto para volver a ponernos
la ropa de color en medio de una fiesta. Muchos de estos rituales en el mundo
andino, desde la muerte de una persona hasta el cabo de año, no son solemnes
sino de celebración: se comparte comida, se toma, se baila en el cabo de año. En
Todos Santos la obligación es hacer mesa (armar altar) durante tres años cuando
tenemos en la familia a una persona fallecida reciente, es el alma caliente; se
arman mesas en casa y arcos en el cementerio para compartir.
¿Parece que Todos Santos es como coronar todo este
proceso de rituales a la muerte?
La fiesta de Todos Santos, desde mi perspectiva, es sino la más
importante, fundamental para el mundo andino, porque tiene sus significados y
sus variaciones en la ciudad, pero en la época prehispánica era una fiesta
grande. En las ciudades ha habido otros elementos que han variado, han
resignificado la fiesta.
Por ejemplo el lavatorio debe ser difícil
hacerlo…
Eso ha pasado con los servicios de las funerarias. En países de
Europa o en EEUU sí tenían rituales pero cada vez se han resumido más porque
entran las funerarias. Igual en nuestro contexto se corta un poco con esto de
que, no la familia sino otra persona hace el lavatorio o quema la ropa. Entonces
el mundo ritual se va desritualizando de espacios que nos permiten a las
personas o culturas superar los procesos de duelo. Todos estos rituales de
muerte nos permiten cumplir el ciclo y terminamos superando el duelo en
colectividad. En cambio ahora son procesos más individuales,
desritualizados.
No es poco superar el duelo en colectividad pero
¿qué otra importancia tienen estos ritos para nuestra vida?
Es un punto clave en todas las culturas. Estamos frente al
cuestionamiento de qué es la muerte, es como un salto, mucha gente tiene miedo a
la muerte, porque no sabe qué hay después de eso. Entonces es necesario, es
fundamental respaldarse de forma colectiva, con rituales, para superar este
proceso. Porque la muerte nos lleva como a un abismo, (nos preguntamos) qué pasa
después de la muerte. En general todas las culturas necesitan hacer estos
rituales para superar la muerte. Muchos de estos rituales, más que para los que
han muerto, son para los vivos, para aquellos que se quedan en la tierra y
tienen que superar estas pérdidas. Entender qué hay después de la muerte en
colectividad, con rituales, ayuda a todas las culturas primero a enfrentar la
muerte y a superar el luto.
Existe otro elemento…
Me habías mencionado Halloween, que es un elemento que parece
contradictorio y en conflicto. Desde mi perspectiva es una fiesta de origen
celta que, si bien viene de rituales y formas de enfrentar la muerte en otro
lugar, ahora exactamente aquí tiene rasgos mercantilistas y de consumo. Todos
Santos es otra cosa, no debería haber controversia o conflicto. Todos Santos se
mezcló con elementos de la religión católica y es interesante ver cómo ha
perdurado esta visión de vida y la muerte en el mundo andino. Como está pasando,
pueden convivir ambas fiestas porque se hace una cosa y luego otra, muchos
jóvenes hacen Halloween y luego ayudan a hacer pan para Todos Santos. De todos
modos Todos Santos, como lo conocemos, tiene una serie de elementos sincréticos
que se han resignificado, la mesa se va actualizando cada año con elementos de
los medios de comunicación, podemos ver la globalización en la mesa.//
PIEB.com.bo
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