Santa Cruz – Bolivia
En el puesto 1-2 del pasillo 6-Beni del mercado 26 de Abril del barrio La Colorada está Nélida Quispe vestida con una blusa negra, calza roja y chinelas. Es miércoles, día de feria.
Sin un diploma de máster MBA de Negocios y sin conocer la fórmula de oro de los millonarios Carlos Slim y Bill Gates, ella, guiada solo por su olfato, hace lo mismo día a día en su negocio. No derrocha lo que gana, ahorra hasta el último centavo e invierte en diversificar su oferta.
En 3,5 metros de ancho por seis de largo instaló cuatro negocios. Ella lo resume sin rodeos: “Si no gano con uno, con el otro negocio me respaldo. Por eso siempre me va bien”.
El primer negocio está desparramado en mesas y en colgadores. Es ropa americana usada. El segundo está en dos vitrinas verticales juntas, como siamesas. En la parte de abajo hay ropa de bebé, nueva. Arriba, cosméticos y joyería.
Con la maestría de una experta recorre su pequeño espacio y apunta a una vitrina horizontal repleta de vasos, platos y envases plásticos americanos. Es su tercer negocio.
Sobre una diminuta mesa metálica cubierta con mantel rojo reposa un teléfono verde. Es su punto VIVA. Un cuarto generador de dinero.
Con entusiasmo recuerda que su despegue empezó con un microcrédito del Banco Sol -banco pionero en el microcrédito mundial -, de $us 3.000. Con una parte derrumbó su puesto de madera y edificó paredes de ladrillo, puso un techo de calamina y cortinas metálicas arrollables. Con el resto, compró más mercadería.
No paró ahí. Luego sacó cuatro más. El segundo fue de $us 2.000, después fueron $us 3.000 y $us 4.000. La última deuda fue de Bs 36.000 (unos $us 5.247). Su límite es el cielo. Piensa sacar más para crecer.
A varios kilómetros del puesto de Quispe, en un cuarto de tres metros de ancho por cuatro de largo de la parte trasera de la casa que alquila en el barrio Dulce Hogar, Marita Rojas construye su sueño en su taller.
Sonríe, mira y acaricia a su compañera inseparable con la que empezó hace cuatro años su aventura de tener un negocio en un cuartito de alquiler.
Es su máquina de costura a pedal negra, marca Singer, con la que comparte sus desvelos para terminar pedidos de manteles, cortinas, forros para silla, edredones, entre otras prendas.
Su universo gira en torno a telas multicolores y carretes de hilo. En la pared cuelgan sus reglas de madera rectas y en forma de jota.
Se detiene un momento, respira profundo, se emociona y apunta sus cuatro máquinas modernas. Es fruto del salto de fe que dio al sacar un crédito de Bs 42.000 de BancoSol.
Una parte la usó para que Henry Copa, su esposo, renuncie a ser chofer de micro y trabaje con su propio taxi. Ahora ya tienen dos. La otra sirvió para comprar una máquina.
La miel de los emprendedores
Como los Quispe y los Copa, el hormiguero de emprendedores que trabajan en los mercados y talleres del país no se detiene y empuja hacia arriba la cartera de créditos del sistema financiero boliviano (bancos, fondos financieros, cooperativas de ahorro y crédito y mutuales).
En el primer semestre de 2014, comparado con igual periodo de 2015, los microcréditos treparon de Bs 89.788 millones a Bs 104.375 millones. Los considerados chicos, en seis meses, sacaron Bs 14.587 millones adicionales.
De hecho, superan con holgura las categorías de prestatarios, como la empresarial, pyme, de vivienda, de vivienda de interés social y de consumo.
Al igual que Nélida, Marita y Henry, los que entraron al club de deudores primerizos en uno de los seis bancos especializados en microcréditos, prefieren arriesgarse al rango de entre $us 2.000 y menos de $us 5.000. Eso los ubica con el 29,43% del total prestado entre enero y junio de este año. En el segundo grupo están los avezados que entran al rango de entre $us 5.000 y menos de 10.000.
Una vez perdido el miedo a la deuda, el sistema microfinanciero muestra que muchos pasan la barrera de los $us 10.000 para entrar al rango de 10.000 y menos de $us 20.000.
Eso pasó con Marita Rojas, que migró a Santa Cruz desde su chura Tarija. Antes de terminar de pagar su primer crédito, refinanció y sacó Bs 79.000 ($us 11.516) para su taller.
Ella y su esposo sueñan con dos cosas: tener casa propia y una gran empresa. Ya genera dos empleos directos.
Por ahora Marita no tiene marca registrada, pero ya bautizó todas sus prendas como Confecciones Mary: “¡Cuando tenga mi NIT, así se va a quedar!”, dice, mientras inunda su pequeño taller con su risa// El Deber (BO)
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