La autobiografía del presidente Evo Morales fue presentada ayer en el salón del Banco Central de Bolivia. El libro titula Mi vida, de Orinoca al Palacio Quemado, y en él está la historia de pobreza y esfuerzo de un campesino que se convirtió en líder, desde su nacimiento en la comunidad de Isallavi, Oruro, hasta el día en que asumió el poder, un 22 de enero de 2006.
El texto cuesta 50 bolivianos y es una investigación del exministro de Comunicación Iván Canelas, quien cuenta que antes de que naciera Morales murieron tres de sus hermanos y después de su nacimiento, una más, "principalmente por los efectos de la pobreza”.
Evaristo debía ser el nombre de Evo, esto según el calendario cristiano, "fue él quien abrió la puerta a un proceso revolucionario. Él hizo que muchos bolivianos no vivamos invisibles y digamos ‘aquí estamos, somos seres humanos’”, resalta Canelas.
El libro surgió a sugerencia del exministro, que entrevistó a unas 20 personas, recorrió hemerotecas, consultó documentos, realizó varios viajes y entrevistas que se ajustaban a la apretada agenda del Mandatario.
En las 369 páginas se relata que "Evo no nació entre sábanas blancas y luces de un hospital, sino entre cuero de oveja recién trasquilada”, dijo el vicepresidente Álvaro García Linera.
"Desde muy pequeño he trabajado, desde que comencé a caminar ya le ayudaba a mi madre, cargando la leña”, lee después en el libro García Linera.
Durante sus primeros años en el colegio, Morales no entendía lo que hablaba la maestra, porque él sólo había aprendido el aymara y no el castellano, lo mismo que su madre, quien, sin embargo, era capaz de recitar hasta cinco oraciones en este idioma desconocido. De ella, entre muchas otras cosas, el presidente Morales recuerda que "sólo me sacaba la ropa por dos motivos, para buscar piojos o para remendar un agujero que siempre había en la rodilla o en los codos”.
Mientras el Vicepresidente relata lo que está escrito en el libro, Evo asiente y fija la mirada en un punto, como si observara una película de su propia vida.
A veces era tanta el hambre y tan poco lo que había que comer, que en los viajes con su padre hacia Cochabamba, cuando se quedaba solo en la carretera, recogía las cáscaras de naranja que botaban desde los buses para comer lo poco que quedaba. "Mi gran deseo era viajar un día en esos buses y ser yo el que votara las cáscaras, y ahora casi siempre paso por ahí en avión o helicóptero”, recuerda Morales.
Entre otras anécdotas se relata sus entrenamientos como futbolista, trabajos de panadero y ladrillero, su paso por el cuartel y su intención de convertirse en periodista. Evo, que luchó en varias oportunidades por conseguir un plato de comida, considera que "hay que sufrir para ser algo, a esa conclusión llego, espero no estar equivocado”.// Página Siete (BO)
0 Comentarios
Estimado visitante:
Se aceptan todos los comentarios, siempre y cuando están dentro del marco del respeto y no sean SPAM. (Gracias por tu visita / comentario)