Ser el primero. Ese es el espíritu que impulsó al hombre a enfrentarse a uno de los desafíos más duros de la historia de la exploración: la conquista del Polo Sur.
Detrás de esta hazaña yace la historia de una emocionante y trágica competición protagonizada entre dos hombres, el explorador noruego Roald Amundsen y el capitán británico Robert Falcon Scott; un duelo que justo ahora cumple cien años. La épica carrera terminó un 14 de diciembre de 1911, cuando el asta de la bandera noruega hendió la dura corteza helada del corazón del continente Antártico.Amundsen y los cuatro miembros de su equipo se convirtieron en los primeros hombres en alcanzar el Polo Sur geográfico de la Tierra, una región yerma dominada por hielos eternos, temperaturas que alcanzan los 80 grados bajo cero y vientos de hasta 300 kilómetros por hora. Un mes después, el 17 de enero de 1912, el capitán Scott llegaba exhausto y desalentado al mismo punto junto a sus cuatro compañeros. Todos ellos perecieron en el viaje de regreso. Sus cadáveres no fueron encontrados hasta el siguiente verano austral, en noviembre de 1912. Junto a ellos estaba su diario, que se convertiría en un éxito de ventas. Los británicos perdieron la carrera, pero ganaron un héroe.
Mucho se ha escrito y especulado sobre las razones que llevaron al éxito a Amundsen y al fracaso a Scott. Suele decirse que Amundsen apostó por la tradición y Scott por la tecnología, pero hubo muchos más matices.
Sin duda la mayor experiencia de Amundsen fue una gran baza: era un hombre acostumbrado al frío desde pequeño (dormía con la ventana abierta) y había vivido con los inuit, de los que aprendió sus modos de supervivencia. Por ello optó por trineos de perros groenlandeses -de los que era experto conductor- para todo el trayecto, vestimenta de piel de animales, refugios practicados en la nieve (iglúes) y expertos esquiadores como compañeros de equipo. También escogió una ruta más propicia, por el lado este de la barrera de hielo de Ross, que registra mejores temperaturas que la del lado oeste (que eligió Scott).
Por su parte, el capitán británico tenía una formación eminentemente naval. Empleó trineos de perro solo en la primera parte de la expedición. Después optó por trineos mecanizados que se congelaron y ponis siberianos que no soportaron las bajas temperaturas, lo que los obligó a cargar ellos mismos con los trineos. Como refugio empleó cabañas prefabricadas y como vestimenta, prendas de lana. Sus decisiones resultaron ser una cadena de errores fatales. Además, tuvo la mala suerte de toparse con un temporal y temperaturas tan excepcionalmente bajas que no se habían registrado en los últimos cien años. Aun así, logró su propósito de alcanzar el Polo Sur y hay quien asegura que si él y su equipo no regresaron con vida fue únicamente por una cuestión moral.
Leyenda en entredicho
La rivalidad entre Scott y Amundsen aún pervive en sus cronistas, y su heroísmo ha sido puesto en duda, dando lugar a un enfrentado debate.
Una cuestión ética distingue a ambos hombres: mientras que Amundsen se llevó perros de más con la idea de sacrificarlos y utilizarlos como alimento, Scott se negó a matar a sus ponis para sobrevivir, oponiéndose al consejo de sus compañeros, y además tuvo que cargar con la avena para alimentarlos. ¿Pecó Scott de orgullo y moralismo? ¿Fue Amundsen demasiado calculador o solo buscó la mejor forma de sobrevivir?
También hay quien afirma que Amundsen estaba obsesionado con la idea de ganar y que en cambio Scott tenía un espíritu más científico, porque cargó con muestras geológicas hasta su muerte. No faltan los que tildan a Scott de "héroe chapucero" y le achacan una tremenda falta de previsión que condenó a sus compañeros a la muerte.
Sea como fuere, el ímpetu de ambos por perseguir un sueño merece ser recordado.
Detrás de un gran héroe...
La hazaña de Amundsen no hubiera sido posible sin dos patrocinadores: el diplomático y explorador Fridtjof Nansen, que prestó su barco polar, el Fram, a la expedición, y el periódico noruego Aftenposten, que patrocinó la misma y cedió la bandera que se plantó en el Polo Sur. El diario Aftenposten sigue editándose hoy en día y es el buque insignia del grupo de comunicación Schibsted, al que pertenece 20 minutos y, que cien años después de la aventura de Amundsen, aún conserva su espíritu emprendedor.
Zonas aún ignotas
Fondos oceánicos. Son actualmente las regiones más desconocidas. La enorme presión atmosférica dificulta el acceso a fosas que llegan hasta los 11 kilómetros de profundidad, como la de las islas Marianas (Pacífico).
Selvas salvajes. Todavía existen tribus que viven en el Paleolítico, aisladas en densas selvas. Según Survival International, 40.000 personas no han tenido contacto con la civilización. Esto ocurre en la región del Amazonas, Indonesia (Java, Sumatra, Borneo y Papúa Nueva Guinea) y montañas de Madagascar y Comores.
Regiones heladas. En el Himalaya y la Patagonia aún quedan montañas vírgenes, nunca alcanzadas por el hombre. En Siberia y el continente antártico también quedan zonas por explorar.
Nueva cartografía. La acción del hombre ha hecho surgir nuevos territorios. Así ha ocurrido con el Mar de Aral (Kazajistán y Uzbekistán). El trasvase masivo de agua para la agricultura ha secado este mar interior progresivamente. En 1960 tenía 68.000 km², hoy 50.000 km² se han convertido en un desierto barrido por tormentas de arena. El lago Chad (África) padece una situación similar. El calentamiento global también ha dejado al descubierto nuevas islas en las regiones polares.
Interior de la Tierra. Por la imposibilidad física de acceder al interior de nuestro planeta, todo cuanto sabemos de él es pura teoría. Es el mayor reto de la historia de la exploración; resulta mucho más sencillo viajar al espacio. Igualmente, muchas cuevas y simas de todo el mundo aún permanecen inexploradas.// 20minutos.es
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